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Martha Patricia Montero

Margarita Michelena

Cuatro instantes con Margarita Michelena

Desconozco si cultivaron una amistad, pero Margarita Michelena y Tomás Montero Torres coincidieron, por lo menos, durante cuatro momentos de su vida. La primera en la Universidad Nacional Autónoma de México, a mediados de los años 30, cuando ella estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras y Montero Torres en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. De esos primeros años de estudio, llegarían a convertirse en poeta y periodista, la primera; pintor y fotorreportero, el segundo. Durante esa época, para ser más precisos, en agosto de 1937, ambos asistieron al evento de inauguración de la Galería Permanente de la Generación Revolucionara Unificadora de Artistas (GRUA), ubicada en la calle de Corpus Christi No. 6, como puede comprobarse en la publicación que esa misma asociación hizo, con motivo de registrar tal suceso:

La publicación hacía referencia a los 23 artistas cuya obra se expuso para ese acto, además de incluir el cuento “Historia de travesuras”, de quien entonces firmaba como “Marga Michelena”. Entre otros, participaba también el pintor Manuel Montiel Blancas, quien compartiría una larga amistad con Tomás Montero.

 

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Posteriormente, los dos trabajarían para la revista América, ella -oriunda de Hidalgo- comenzaría ahí su carrera literaria; él -oriundo de Michoacán- colaboraría ahí como fotógrafo y “asesor artístico”, de acuerdo con los créditos de ejemplares de la época.

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Y por último, hay un cuarto instante registrado de vida compartida entre ellos, que en lo personal a mi me gusta mucho: una visita de Tomás Montero Torres a casa de Margarita Michelena.

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Me lo cuenta esta serie de imágenes de fino acercamiento al espacio íntimo, al hogar y los afectos cercanos… Incluso una imagen que registró un abrazo de Margarita con su esposo e hija, que aunque ya se encuentra muy diluido, alcanza a mostrar un perfil de su brazo, cierta silueta.

Margarita Michelena.

 

En todas hay un porte indudable de esta mujer que, para muchos intelectuales de altura, como el propio Nobel Octavio Paz, poseyó una de las mentes mejor cultivadas de su tiempo.

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Sus finas manos, ese mirar hacia dentro de sí misma, la suavidad que se intuye en la tela de su atuendo… No creo que sea sencillo posar así para un desconocido pero sí, quizá, para alguien que detrás de la lente se sabe amigo.

Margarita Michelena

Veámosla como mujer indómita y entera, que halló en la palabra la forma directa de denunciar verdades y en la poesía la mejor manera de hablarse a sí misma. En el número 237 de la legendaria revista Vuelta, Octavio Paz escribió, con motivo del justo homenaje que en 1996 se le hiciera en Bellas Artes a Margarita Michelena: “pertenece a esa rara estirpe de poetas que en formas diáfanas alían el pensamiento al sentimiento, lo que pensamos con los sentidos a lo que sentimos con la cabeza. Sus poemas son cristalizaciones transparentes. Desde su primer libro me impresionaron, por igual, la maestría de la hechura, la profundidad del concepto y la autenticidad de la emoción. Equidistante del grito y del frío conceptismo, de la confesión sentimental y del «preciosismo», sus poemas brotan del suelo del lenguaje como chopos, pinos o álamos; también como torres de reflejos y esbeltos obeliscos de claridades. Poemas bien plantados en la tierra pero movidos por una misteriosa voluntad de vuelo. Gravitación y levitación”.

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Y es un cierto halo de levitación el que yo distingo en varias de estas fotografías. En estos retratos amorosos de una poeta que, entre mucho, alguna vez escribió:

“Cuando yo digo amor”

Cuando yo digo amor identifico
sólo una pobre imagen sostenida
por gestos falsos,
porque el amor me fue desconocido.

Cuando yo digo amor
sólo te invento
a ti, que nunca has sido.Y cuando digo amor
abro los ojos
y sé que estoy en medio
de mis brazos vacíos.

Cuando yo digo amor
sólo me afirmo
una presencia impar
como mi almohada.

Cuando yo digo amor
olvido nombres
y redoblo vacíos y distancias.
Cuando yo digo amor
en una sala
llena de rostros fútiles
y pisadas oscuras en la alfombra.

Cuando yo digo amor
crece la noche
y mis manos encuentran
para su hambre doble y prolongada
mi pobre rostro solo
repetido por todos los rincones.

Cuando yo digo amor
todo se aleja
y me asaltan mi nombre y mis cabellos
y las hondas caricias no nacidas.

Cuando yo digo amor
soy como víctima.
La inválida en salud.
El granizo y la rosa paralelos.
La dualidad del árbol y el paseante.
La sed y el parco refrigerio. Yo soy mi propio amor
y soy mi olvido.

Cuando yo digo amor se me desploma
la ascensión de las venas.
Sobreviene un otoño
de fugas y caídas
en que yo soy el centro
de un espacio vacío.

Cuando yo digo amor
estoy sin huellas.
De porvenir desnuda
e indigente de ecos y memoria.

Cuando yo digo amor
advierto inútil
la palma de mi mano —que es convexa—
e increíble
ese girar soltero
del pez en su pecera.

Agustin Lara

Por el sabor que tienen sus canciones

El problema con Agustín Lara es que todo sucede en primera persona, Agustín siempre habla de Lara. Además, todo puede ser una fantasía, realidad mancillada por el hambre de grandilocuencia.

ALCabina

La ventaja con Agustín Lara es que todo es verídico, sin importar el origen.

Al final, se puede decir cualquier cosa. Por ejemplo, que yo tenía ocho años cuando escuché los versos que definieron mi vida.

 

ALactores

Era de noche, el Tren Jarocho estaba a punto de salir de la estación de Veracruz con destino al Distrito Federal. La gente subía, bajaba, conversaba, gritaba, caminaba por el andén.

Yo, pasajero contra mi voluntad, sabía que detrás de las rejas, los arcos, las bancas y las enormes puertas de madera estaban los muelles, la playa, el zócalo, los portales, la pinera, el mercado de pescadería, la iglesia del Sagrado Corazón, el refresco Okey… pero no tenía palabras para describir la tristeza.

Agustin Lara y Músicos
Agustin Lara y Músicos

 

Entonces, mientras el tren iniciaba sus movimientos, escuché Veracruz, vibra en mi ser,/ algún día hasta tus playas lejanas/ tendré que volver… Eso cambió todo. Veracruz vibraba en mi ser. Y yo quería volver, algún día. Y las playas estaban lejanas. Y alguien había dicho eso para que yo lo escuchara en la voz de un hombre que tocaba la guitarra sentado sobre un costal lleno de mangos, entre una mujer que revisaba su canasta de enchiladas y dos tipos que daban inicio al interminable juego de baraja.

Agustin Lara
Agustin Lara

Las palabras me habitaron. Me convertí en otro, en alguien capaz de nombrar el mundo, de bautizar sentimientos y tirar el ancla en el mar de su identidad. Fui, por primera vez, durante esos minutos, Agustín Lara.

Agustin Lara
Agustin Lara

Esto pasa cada vez que el flaco de oro canta. Uno tensa la cicatriz al decir tu párvula boca/ que siendo tan niña/ me enseñó a pecar, y se siente viajero incansable mientras asegura y si acaso te hiere el dolor, ha de ser de no verme/ porque al fin tus ojos, me los llevo yo, y entiende de farolitos y de cómo se enjuagan las estrellas en Acapulco y de que todo nuevo querer es el amor de sus amores y del hechizo que fascina en su mirar y de que la vida para nada me sirve sin ti… porque uno es Agustín Lara poniéndole nombre a lo que parecía indescriptible.

Agustín Lara
Agustín Lara

Gracias a eso, más allá de los romances, las ciudades, las películas, las actas de nacimiento, los personajes y la desmesurada fantasía en la que se regodeó, Lara nos regaló la fe en el lenguaje, en nuestro lenguaje, porque cantamos sin poner en duda lo expresado, convencidos de que mi rival/ es mi propio corazón,/ por traicionero,/ yo no sé/ cómo puedo aborrecerte/ si tanto te quiero.

Al final, la memoria de Agustín Lara siempre habla de nosotros.

Agustin Lara XEW
Agustin Lara XEW

(*) Es un honor contar con la colaboración de Efrén Calleja Macedo, como un buen pretexto para compartir parte de las fotografías que Tomás Montero Torres captó del flaco de oro en diversas ocasiones. Efrén es gestor de contenidos y editor de libros de poesía y de la revista La Otra L.

El niño Quijote

Los niños de Monterito

Pelones de Hospicio
Pelones de Hospicio
La risa de las niñas
La risa de las niñas

Por su figura menuda, a Tomás Montero Torres le decían “Monterito”, un mote que al paso del tiempo trascendería la referencia al atributo físico para ser un modo cariñoso de nombrarlo, de afirmar vínculos, de cultivar la amistad. Era afable y detallista. A la gente que quiso le obsequiaba dibujos acompañados de breves dedicatorias, todo de su puño y letra. Cuentan que al llegar a su casa traía dos regalos distintos en los bolsillos de su saco –porque siempre iba a trabajar de traje y con pañuelo en el bolsillo, como lo dictaba la elegancia de la época– en el de un lado caramelos para sus hijos, en el otro chocolates para su esposa.

Niña tarahumara
Niña tarahumara
Aprendiendo el Jarabe Tapatío
Aprendiendo el Jarabe Tapatío
Tejiendo a orilla del lago
Tejiendo a orilla del lago
Pequeños pescadores
Pequeños pescadores

Quizá mucho de ese espíritu es el que hizo que lograra gran empatía con los niños y ésta se reflejará en las fotografías donde los captó, lo mismo en sus encuentros cotidianos que en regiones indígenas, orfanatorios  e incluso en las experiencias del viaje. Los niños le miran, le sonríen… Esta es solo una pequeña muestra de un tesoro mayúsculo que, sobre niños, se halla en su legado fotográfico. Son otra forma de ver su corazón amoroso.

Tomás Montero
Tomás Montero
Manuel Buendía

Icono de la libertad: Manuel Buendía

Tomás Montero Torres y Manuel Buendía estaban destinados a conocerse, porque ambos eran michoacanos, y porque a ambos sus familias les desearon la profesión de sacerdortes, aunque, a ambos también, la vida los llevó por otros caminos: fotógrafo y pintor el primero; docente y periodista el segundo (además, Buendía era 13 años más joven que Montero). El destino los reunió en un proyecto editorial comandado por otro gran representante y decano del medio periodístico: Carlos Septién García; y más tarde los llevaría a compartir la aventura de ser docentes en la escuela de periodismo que lleva su nombre.

Fundador de La Nación, considerado en su tiempo el semanario político más importante de América Latina, Septién García atrajo el talento e interés de ambos y los formó en la crítica objetiva y sagaz; mientras que la revista sería, para los dos, una plataforma fundamental de despegue hacia otros derroteros de la comunicación.

Manuel Buendía
Manuel Buendía

 

Manuel Buendía tuvo una trayectoria coherente y de aportes valiosos. Fue el iniciador, por ejemplo, de esfuerzos de divulgación científica en la prensa escrita, en colaboración larga y estrecha con el Conacyt.

Su oficio incisivo se reflejó en todo su trabajo, y aún más, en una de las columnas que firmaba y que, gracias a su calidad, se publicaba en gran número de medios nacionales e internacionales: Red Privada. Fue censurado en más de una ocasión, y siempre encontró el modo de dejar atrás las presiones para brindar su voz clara e inquisitiva en otros espacios, donde ahondó sobre la CIA, el tráfico de armas y drogas, entre otros temas candentes para la época.

A más de uno molestó, porque el 30 de mayo de 1984 un sicario lo asesinó con cinco balazos por la espalda, en el cruce de Reforma e Insurgentes. Se sabe que estuvieron involucrados varios altos mandos de la Defensa y la Policía de aquel entonces, el nieto del ex Presidente Manuel Ávila Camacho (por lo que estuvo preso 18 años), y Manuel Bartlett, hoy Senador de la República por el Partido del Trabajo.

Manuel Buendía
Manuel Buendía

En honor de Manuel Buendía se creó en 1998 una fundación que lleva su nombre, y que desde entonces publica cada año el informe Recuento de daños, sobre el estado de la libertad de expresión e información en México. Hoy que es Día de la Libertad de Expresión en nuestro país, con tantos periodistas abatidos y censurados, Buendía es uno más para ser recordado.

 

Desolación

¿Alguno de ustedes puede imaginar vivir en una cueva? Yo veo estas seis imágenes tomadas por mi abuelo, Tomás Montero Torres, y se me despiertan muchas emociones. Primero, me impacta saber que esta familia no es parte de un pasado que quedó registrado, muy probablemente, con el afán de visibilizar una circunstancia que exigía mover conciencias, ¡y acciones! La pobreza en nuestro país se desparrama en números y modos de manifestarse; duele pensar que es un hecho que se nombra con estadísticas que deshumanizan, y que sus efectos nos han mellado como una sociedad que aspiraba a una calidad de vida que, si no es con todos, difícilmente podrá concretarse.

También trato de imaginar qué habrá sido de cada uno de los miembros de esta particular familia. En su precario vivir se perciben lazos complejos de cultivar. Hay una figura paterna que se impone, un afán por proteger a los menores, un orden minúsculo -un sitio para el anafre, para los petates, para los zapatos de calle, para el sombrero…-. ¿Qué alimentos sencillos se habrán cocinado ahí? Habitar en las entrañas de la montaña, ¿les brindaría una sensación de refugio? Surgimos de la tierra para retornar a ella; el tiempo de estancia aquí, no para todos es medido con la misma vara….

 

¿Hasta dónde habrán ido a abastecerse de agua? Ese líquido que apacigua casi cualquier sed, y ante cuya ausencia todos desfallecemos. Imagino que lejos, dada la dura resequedad que se adivina en techos, paredes y pisos de esa cueva, vuelta a fuerza de necesidad humilde casa.

 

Y aunque sobre los hombros frágiles la carga por nacer en medio de carencias es casi tan natural como la propia piel, la risa de los niños siempre es fácil, traviesa, cómplice… Ojalá además fuera pasaporte para otros universos, donde los sueños no se evaden al despuntar el día y los anhelos dan certezas.

Mirándolos a ellos también miro los ojos de mi abuelo. Tendría quizá mi edad -o poco más- cuando llevó su andar hasta la entrada de la cueva para presentarse con tiento, conocerlos, quizá compartir una tortilla con salsa, saberse los nombres, vibrar su corazón al unísono de ellos… Apachurrarse un poco el alma antes de hacer las fotos.

¡Ah, esta imagen! Pienso que la tomó al final, ya por irse. Esta mujer sola y firme, guarecida dentro de sí misma con el rebozo extendido, mirando su presente y, quizás, deseando otro futuro para sus hijos.

Ferrocarril

Un tren para Valentín Campa

En la Línea Dorada del Metro de la Ciudad de México hay, desde el 14 de febrero de este 2013, un tren bautizado con el nombre de “Valentín Campa”. Quizás alguno de los cientos de miles de usuarios, en una posición donde pueda ver el vagón del frente y la placa, sienta curiosidad por saber quién fue, o solo lo volteé a ver, distraído.

En verdad parece un corto homenaje –poco visible y descarriado– para quien fue uno de los líderes sindicales más importantes del México del siglo XX, comprometido hasta los huesos con las causas de los trabajadores e idealista a rabiar.

Aunque nació en Monterrey, Nuevo León, su infancia y adolescencia transcurrieron en Torreón, Coahuila, y en Ciudad Madero, Tamaulipas. Después de un paso realmente corto por la industria petrolera –alrededor de un año– se incorporó a los Ferrocarriles Nacionales, por ahí de 1921, asumiendo varias responsabilidades.

Operador de Ferrocarril

Su niñez testificando la Revolución en el norte de México, quizá fue uno de los elementos que lo fue formando como una voz importante del lado de los desprotegidos. Fue natural en él, en esos años, participar activamente en la lucha que los trabajadores de México y del mundo emprendieron a favor de dos anarquistas italianos, Nicolás Sacco y Bartolomé Vanzetti, encarcelados en Estados Unidos.

En 1925 se convirtió en dirigente del sindicalismo ferroviario y a partir de ahí tres actos importantes: intervino en la huelga de la Unión Mexicana de Mecánicos y en la huelga general ferrocarrilera, se afilió al Partido Comunista y se integró a la Confederación de Transportes y Comunicaciones.

Se sabe que la huelga ferrocarrilera de 1927 tuvo tintes violentos, pero que también fungió como una especie de plataforma que dio mayor visibilidad a varios comunistas, entre ellos a Valentín Campa; además de motivar la creación del Sindicato Nacional de Ferrocarrileros.

Los enfrentamientos entre el Partido Comunista o los movimientos sindicales y el gobierno, eran frecuentes. Al no poder doblegarlo, lo encarcelaron por vez primera en esa época.

El Partido Comunista adquiría fuerza, y para 1929 estaba listo para contender por la Presidencia en las elecciones federales. Se constituyó el Bloque Obrero y Campesino Nacional, en cuyos puestos de mando se encontraban: Úrsulo Galván, Diego Rivera, Isaac Fernández, Valentín S. Campa, Donaciano López, y Rodolfo Fuentes López. Desde ese momento Campa siempre tendría una posición prioritaria en la vida política y sindical del país.

David Alfaro Siqueiros

David Alfaro Siqueiros

Posteriormente se integraría la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM), “ajena a todo compromiso con la pequeña burguesía dominante”, cuyos directivos eran: Julio Antonio Mella, como secretario general honorario; David Alfaro Siqueiros, secretario general; y Valentín Campa, secretario de Organización.

En estas y otras organizaciones, nacionales e internacionales, como la Confederación Sindical Latinoamericana –y en plena crisis económica a causa de la depresión–  la participación de Valentín Campa se enfocaba en paros, huelgas y otras acciones en defensa de los obreros, lo que lo colocó en la mira de los Gobiernos, en una época en que aún estaban por definirse leyes que regularan las relaciones con los patronos.

Las luchas eran complejas, porque dentro de los mismos organismos sindicales se producían diferencias que hacían particulares las manifestaciones en cada entidad, pero en todos los procesos de composiciones o reagrupaciones, Valentín Campa siempre tuvo un rol esencial, sobre todo en la época del llamado “Maximato”, durante la Presidencia de Plutarco Elías Calles.

Después de muchas vicisitudes, en febrero de 1936 se efectuó un congreso del que surgiría la Confederación de Trabajadores de México, mejor conocida como CTM; con lo que la lucha obrera, en México, delinearía otra faceta histórica. Aunque al principio se vislumbraba la posibilidad de una unidad que trabajara a favor de las condiciones de los diferentes gremios de trabajadores, pronto se dieron diferencias y malos manejos, que derivaron en la salida de numerosas agrupaciones afiliadas, entre ellas la de los ferrocarrileros. Aproximadamente de 1943 a 1948, Valentín Campa retomaba con fuerza en el sector que lo vio nacer como líder, asumiendo la Secretaría de Educación y Propaganda.

Aquí cabe mencionar que, tras la Revolución Mexicana y el papel que jugaron los trenes en la misma, todo el sistema de trenes sufrió un notable deterioro, que obligó a que el sistema ferroviario se fuera nacionalizando paulatinamente, entre 1919 y 1937, hasta integrar Ferrocarriles Nacionales de México. Pese a tener una fuerte carga emblemática, se fueron recrudeciendo las condiciones financieras y, tras un déficit operativo calculado en 552 millones de dólares, ocasionó su posterior privatización, hacia 1995.

Concluida la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes de la CTM cerraban filas contra posturas comunistas, y daban lugar a lo que hoy se conoce como “charrismo sindical”. Primero aceptaron el reingreso de algunas agrupaciones independientes, entre ellas el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM), pero coludidos con su Secretario General, Jesús Díaz de León, interpondrían demandas fraudulentas contra Valentín Campa y Luis Gómez, por un supuesto fraude. Cuando los agremiados quisieron destituir por este acto a Díaz de León, la CTM envió golpeadores profesionales, que resguardaron el edificio y lo mantuvieron en su poder.ç

Campa fue detenido y permaneció en la cárcel de Lecumberri de 1949 a 1952. Al ver estas imágenes captadas por Tomás Montero Torres, de su ingreso, cambio de ropa y registro, es factible intuir cierto orgullo, porque, finalmente, estas detenciones no hacían sino reafirmar sus convicciones.

 

A su salida militó en el Partido Obrero Campesino Mexicano, para más tarde reincorporarse al Partido Comunista, que encontró fortaleza en movilizaciones de maestros y ferrocarrileros, entre otros gremios, hacia finales de los años sesenta. Con este apoyo, en repudió al charrismo sindical y en busca de mejoras reales para los obreros, y para el reconocimiento de su líder, Demetrio Vallejo, los ferrocarrileros protagonizarían durante 1958-1959 una serie de paros y huelgas –a los que se unirían otros gremios como los petroleros–. Aunque lograron algunos puntos, como lo referente a salarios, el reconocimiento de Vallejo no se daba por la fuerza de la CTM y su colusión con el poder, por lo que alrededor de 100 mil ferrocarrileros de todo el país se fueron a un paro total e indefinido. Desafortunadamente la respuesta fue una aguda represión y la aprehensión de miles de trabajadores y líderes. Más adelante, después de algunos desencuentros partidistas, Valentín Campa volvería a ser arrestado y encarcelado por diez años más.

Hay documentos que comprueban que la cárcel no fue impedimento para que él siguiera activo en la lucha obrera. Junto con otros presos importantes, como el propio Demetrio Vallejo, Filomeno Mata y David Alfaro Siqueiros, iniciaría una huelga de hambre tratando de presionar por su libertad. Estando en prisión, fue postulado para Senador por la Convención del Frente Electoral del Pueblo en el Distrito Federal. Se mantuvo activo para participar en la vida sindical ferrocarrilera, y en 1967 el Partido Comunista lo integró a su Presidium de forma honoraria.

El 29 de julio de 1970, junto con Demetrio Vallejo, por fin fue liberado. Valentín Campa atribuyó gran parte de esta decisión al Movimiento Estudiantil de 1968, ya que una de sus exigencias constantes fue la liberación de presos políticos.

Vagón de Tren

Tras dos lustros de encierro, la vida no fue tranquila para Campa. Continúo coherente a sus ideales comunistas y, según está documentado, sufrió dos secuestros policíaco-militares en el periodo de Luis Echeverría, uno de ellos vinculado a un supuesto accidente ferroviario. Al mismo tiempo fue consultor e inspiración para la conformación de otros sindicatos, en especial universitarios. Además, para las elecciones presidenciales de 1976 el Partido Comunista de México lo postuló como candidato, y fue el único que contendió contra José López Portillo. Alcanzó poco más del 5% de los votos, que fueron anulados al no contar el PCM con el registro oficial; pero para 1978 se convirtió en diputado por ese partido para la LI Legislatura. Hacia el final de sus días, y tras varias transformaciones que fue teniendo la izquierda mexicana, militó en el Partido de la Revolución Democrática y falleció el 25 de noviembre de 1999, a la edad de 95 años.

78 años –sino es que más–  claramente entregados a la lucha obrera, en especial desde el gremio ferrocarrilero. Seguro para Valentín Campa resultaría triste testificar la ruina de lo que en un tiempo fue un sistema ferroviario de excelencia, y más aún ver que con su privatización desaparecerían del país los trenes dedicados al transporte de pasajeros. Pero bueno, el Gobierno de la Ciudad de México ya contribuyó a su memoria: un tren de la línea 12 del metro corre día y noche su rutina diaria, ostentando en su frente el nombre de Valentín Campa.

 

 

Una Virgen para el mar

Armando Quezada Medrano nació en Chihuahua, y fue creciendo a la par de una semilla de amor por el arte que le anidaba en el cuerpo. Por su joven talento, consiguió una beca del gobierno local para estudiar en la Academia de San Carlos de la Ciudad de México, abocándose con especial interés en la escultura. Posteriormente fue acreedor a otra beca, esta vez en París, donde se desarrolló con mayor plenitud y radicó hasta los 35 años, tras lo cual regresó a su país natal casado con la pintora polaca Lee Bogu Mila Kopeyinski.

En México efectuaría varios trabajos, tanto en forma individual –como el conjunto escultórico del Conservatorio Nacional ubicado en Polanco– o formando parte de un proyecto magno–como es el caso de las piezas del Monumento a la Revolución, creación de Oliverio Martínez–. Sin embargo, es posible que una de sus obras más significativas haya estado destinada, desde un inicio, para habitar en las profundidades del mar.

 

Se trataba de un trabajo escultórico que llegaría a él, a partir de una idea del Doctor Gabriel Malváez, que promovería con gran entusiasmo Amelia Sodi Pallares: realizar una Virgen destinada al mar, con el propósito de que los buzos, pescadores y hombres de mar,  en la bella bahía de Acapulco, la tuvieran de su lado para protegerlos.

Años antes ella se había titulado en Estados Unidos como maestra acuática en el Sistema Mr. Cureton, y era una persona muy activa en el mundo de los hombres y las mujeres rana en México. Como buena mexicana coincidió con el propósito de convertir a la Virgen de Guadalupe en la Emperatriz de los Mares, y logró estrecha colaboración del propio Doctor, así como de “los arquitectos Héctor Mestre y Enrique Conti, el cazador y hombre de negocios automovilísticos Pablo Bush, el banquero Aníbal de Iturbide, Alfonso Barcénas, el ingeniero Navia, Alfonso Arnold y Lorenzo Sours”.

Revista de América
Revista de América

 

En la edición especial de la revista de América de 1958, se acota que el proyecto ascendió en su totalidad a 250 mil pesos de ese entonces, que reunieron sin dificultad al convocar a 50 patrocinadores, que aportaron 5 mil pesos cada uno. En ese momento sólo había dos antecedentes a este proyecto submarino: “La imagen del Cristo Bondadoso, en Napolés, hecha de un mármol que se irá disgregando con el tiempo; y la de la Virgen de Monserrat, de plomo, instalada ante las costas de Cataluña, ninguna de las cuales tiene las dimensiones de la que salió del taller de Armando Quezada”.

 

Para dar cuenta de este magno acontecimiento, que en México convocaba el hondo fervor religioso por la Guadalupana, hicieron dupla el reportero Carlos Alvear Acevedo y el fotorreportero Tomás Montero Torres. Estuvieron semanas previas en el taller de Coyoacán de Armando Quezada, quien además de ser el escultor designado, era al tiempo un patrocinador del proyecto al donar su tiempo y talento al mismo. Tratando de prever que las condiciones marinas afectaran lo menos posible a la pieza, se empleó una aleación hecha de lusteno, moliteno, níquel, cobre y aluminio, moldeada a lo largo de seis largos meses.

Se sabe que todo inició con un bosquejo hecho por el arquitecto Héctor Mestre, mismo que fue puliendo el escultor, tanto para darle su propia impronta, como por el sitio al que estaba destinada la figura: el fondo marino cerca de la isla de la Yerbabuena. Estilizada para equilibrar la distorsión que provocarían las aguas del mar, la figura también incorporaba un ancla de dos metros y medio (con un ángel que sirve de peana), una estrella de mar, y la sensación de que los pies de la virgen “parecen desvanecerse en hermosas aletas”.

Antes de partir hacia Guerrero, la escultura fue bendecida en la Basílica del Tepeyac por el monseñor Apostólico Raimondi. Llegaría a Acapulco el 10 de diciembre para ser albergada, temporalmente, en el Templo de la Soledad, que permaneció abierto día y noche, “porque una corriente continua de fieles –nacionales y extranjeros– quería verla y rendirle pleitesía”.

 

Justo el 12 de diciembre del 58, tras una misa solemne, la Virgen saldría en hombros de varios miembros del Club de Hombres Rana hasta los muelles, donde “fue colocada en el lanchón que la llevó hasta el sitio de la ‘Yerbabuena’, 880 metros mar adentro, escoltada por las embarcaciones (alrededor de 100), a los acordes de 500 orquestas populares, y mientras en el aire se alzaban globos y cohetes multicolores de esta fiesta del corazón y del alma que fue, por encima de todo, explosión de amor guadalupano, verbena, fiesta, colorido, devoción y regocijo inocultables”.  Incluso hubo aviones de la Fuerza Aérea Mexicana para darle mayor formalidad y grandeza al evento.

 

Con dos metros de altura y 450 kilos de peso, la figura de bronce se colocó 5 metros bajo el mar, al pie de las piedras de la Isla La Roqueta, sobre una base previamente elaborada. Permaneció en ese lugar por largos 44 años, hasta que, por el desgaste del tiempo y las fuerzas marinas, tuvo que ser sustituida por otra pieza. La original fue colocada en un nicho especial sobre esas mismas rocas.

Desde el primer día, cientos de fieles, lugareños y turistas de todo el orbe, le han rendido tributo a esta original Emperatriz de los Mares. Respecto al escultor, Don Armando Quezada Medrano, se le considera uno de los hijos ilustres de su estado natal, Chihuahua, junto con otros grandes como David Alfaro Siqueiros, Manuel Gómez Morín, Martín Luis Guzmán y Elsa Aguirre, con quienes comparte no sólo el lugar de nacimiento, sino el haber sido retratado por Tomás Montero Torres.

 

¿Dónde quedaron los años de baile y canto?

 

En el “Correo de Espectáculos” del 14 de enero de 1919 se reseñaba el éxito de la Zarzuela “La Gallina Ciega”, protagonizada en el Teatro Principal de la Ciudad de México por la soprano María G. Gallardo, el tenor Mario Talavera, el barítono Felipe Liera, el bajo Luis G. Saldaña y Enriqueta Monjardín, todos ellos españoles. Era el auge de este género surgido en la Península Ibérica, donde a lo largo de la representación teatral se combinaban partes vocales con diálogos hablados.

 

Enriqueta Monjardín era una sevillana que inició su carrera en 1882 como tiple cómica; después se integró a una compañía dramática en calidad de dama joven, con la que llegaría a La Habana en 1889, para poco después embarcarse a México. María Tue era otra actriz proveniente de España, que hacía gala de sus talentos en las también llamadas Operetas, y que adquirieron su nombre más popular al presentarse por vez primera en El Palacio de la Zarzuela, en Madrid. Se sabe que a ambas las había recibido muy bien el público mexicano y se les consentía con flores y aplausos.

Pero para los años cuarenta la capital de México se convirtió en una afrenta para ellas. Lejos habían quedado las mieles de la juventud, así como los talentos histriónicos de sus años mozos. La soledad, la pobreza, la desesperanza, la fragilidad de sus cuerpos, habían obligado a María a pedir limosna fuera de los teatros en los que alguna vez actúo; mientras Enriqueta vendía pepitas a los feligreses tras escuchar misa. La vejez las había esperado sin más nada que sus propias manos para sostenerse…

Su última etapa de vida pudo ser como la de tantos adultos mayores, cuando contrastan la vida productiva, plena y entregada que lograron en sus mejores años, con la marginalidad a que los induce el olvido, el desgaste físico, la carencia de alternativas de calidad para seguir viviendo… Sin embargo, el destino, siempre tan azaroso, logró que una noche de 1941, en las afuera del Teatro Colón, Mario Moreno “Cantinflas” reconociera en aquella anciana mujer que le pedía ayuda, a una de las artistas que tanto contribuyeron al auge de las zarzuelas en México: María Tue, y a quien desinteresadamente -como todo lo que él hacía- comenzó a ayudar de forma inmediata. Poco después reconocería en la vendedora de pepitas a Enriqueta Monjardín, a quien por supuesto también apoyó para, literalmente, rescatarla de la miseria.

Mario Moreno, sensible al infortunio de sus colegas de profesión, vio en ello una oportunidad para emprender acciones que pudieran garantizar para todos los actores, al llegar a la vejez, otro panorama muy distinto al que ellas habían vivido, ante la falta de un sistema de seguridad social que las incluyera.

Desde el instante en que concibió la idea, emprendió esfuerzos para adquirir un predio y construir un sitio idóneo para la última etapa de vida de los miembros del gremio actoral, a partir de donativos en dinero o en especie. A esta noble labor se sumarían, entre otros, Jorge Mondragón, Jorge Negrete, Consuelo Guerrero y María Teresa Montoya.

Les tomaría tres años concretar la idea e inaugurar, con las dos primeras huéspedes que la motivaron, María y Enriqueta, la Casa del Actor en Tiziano 34, en el barrio de Mixcoac. Enfermeras, comedor, habitaciones cómodas y pulcras listas para acoger a actores y actrices por igual, contribuirían a la vez en reflexiones -cada vez más necesarias e importantes- sobre esa Tercera Edad a la que todos, de una u otra manera, nos encaminamos.

Hoy, 69 años después de que empezara a funcionar este asilo modelo para actores, la esperanza de vida de los mexicanos es, de acuerdo con el INEGI, de 78 años para las mujeres y de 73 para los hombres. Una vida longeva a la que debiéramos aspirar en condiciones óptimas de salud, lúcidos, valorados, en compañía de seres queridos…

Aunque se estima que en el 2040 uno de cada 4 mexicanos pertenecerá a la Tercera Edad, no sé si estemos lo suficientemente conscientes de lo que significa. En principio, que un número importante de nosotros formará parte de ese rango de edades (arriba de 60, ejem…), sino es que ya está en él. ¿Estamos haciendo lo suficiente para tener una vejez armoniosa? ¿Leemos para que el cerebro esté activo…? ¿Nos ejercitamos? ¿Cuidamos nuestra alimentación? ¿Cultivamos la amistad, procuramos las que ya existen? ¿Demostramos nuestro amor a aquellos que nos importan? ¿Celebramos la Vida…?

 

Veo a este primer grupo de actrices residentes en la Casa del Actor, retratadas por Tomás Montero Torres, y siento que aunque ya están a salvo del mundo exterior -de las carencias y la zozobra del día a día- hay un universo interno en cada una que las atrapa y vuelve melancólico su mirar. ¿Qué se guardan…? ¿Qué tan sinuoso fue su camino para llegar ahí, a ese instante de tiempo? ¿Qué les duele más allá de sus pies hinchados y la dificultad al caminar…?

La casa del actor

Cada persona es una historia y tendríamos que desentrañar varias para entender lo que guardaban y sentían sus corazones. A lo mejor al cerrar los ojos para adentrarse en el sueño y revivir, así, los años donde el baile y el canto eran la razón de ser y estar, una sonrisa luminosa les habitaba sus rostros…

La importancia de compartir

Hace poco más de dos años iniciamos este blog con el propósito de ir dando a conocer parte de las imágenes que vamos rescatando. En ese entonces todavía no teníamos una idea clara de la cantidad de negativos que había dejado nuestro abuelo, Tomás Montero Torres. Habíamos conseguido la primer beca que otorga el Fonca para la recuperación de Archivos Históricos, y los únicos datos para esbozar la tarea que nos esperaban eran unos listados ordenados que daban cuenta de poco más de 18 mil negativos. Inexpertas aún en estos temas, calculábamos entonces que, con el resto de los negativos agrupados en sobres, más los que se hallaban aún cajas, latas y cilindros metálicos, podrían ser alrededor de 30 mil negativos. Así se lo dijimos al Fonca en nuestro proyecto participante…. ¡Que lejos estábamos de la cifra final! Ahora sabemos que son más de 86 mil negativos, y conforme los vamos develando (con la limpieza y digitalización a cargo de Silvia), nos sorprendemos de la mirada de Tomás Montero, los lugares por dónde anduvo, su acercamiento a las personas, su tacto para los temas difíciles…

Aunque los dos años de beca concluyeron hace tiempo –y el blog era parte de los acuerdos– decidimos continuar con esta tarea de divulgación porque las satisfacciones paralelas han sido grandes y especiales: la gente que hemos conocido, los proyectos que surgen… Este esfuerzo lo hemos continuado también en el Facebook (esta es la liga, por si desean explorarla), y por diversas razones ahí publicamos fotografías diferentes a las del blog, donde hemos tenido la fortuna de otras coincidencias.

En el caso de este blog, hemos descubierto que, al compartir imágenes, de pronto los lectores a su vez nos comparten información que enriquece el contenido propio de la cada fotografía. Ahora que vamos a retomar con frecuencia el blog, queremos iniciar esta nueva fase agradeciendo las valiosas aportaciones de varios lectores. Claro, ¡es una invitación a que continúen siendo tan generosos como hasta ahora!

 

Maudelle Bass Weston
Maudelle Bass Weston

Próspero Morales Martínez nos contó que la mujer que aparece de perfil en esta imagen es la bailarina afroamericana Maudelle Bass Weston, quien fue modelo de Diego Rivera y del fotógrafo Edward Weston. En efecto, Maudelle (1908–1989), fue una reconocida bailarina afroamericana, primera mujer de color en estudiar con el coreógrafo Lester Horton.

 

Con respecto al nacimiento del volcán Paricutín, el 20 de febrero de 1943, Alfonso Flores, Presidente de la Sociedad Mexicana de Estudios Aeronáuticos Latinoamericanos, A.C., nos compartió: “Sin duda el nacimiento del Paricutín fue todo un suceso a nivel mundial ya que despertó diversas expresiones y curiosidad. Igor Sikorsky, diseñador y constructor de helicópteros trajo al país en julio de 1945 uno de sus nuevos modelos (Sikorsky R-6A) con la finalidad de estudiar el comportamiento del aparato en condiciones extremas y para facilitar el trabajo de una misión científica, aprovechando la oportunidad para dar rienda suelta a una de sus pasiones; las montañas y los volcanes. De igual manera, Harry Truman, presidente de los Estados Unidos, durante la primer visita oficial de un mandatario de esa nación a México en 1947, sobrevoló el volcán para admirar el inusual espectáculo”.

 

"Al mal tiempo buena cara”
“Al mal tiempo buena cara”

Alejandro Noriega nos compartió una agradable sorpresa que se llevó una tarde: “Acabo de encontrar por casualidad una fotografía de mis abuelos que se llama “Al mal tiempo buena cara”; es curiosa la situación de haber encontrado una foto de hace 60 años que no era de la familia. La encontré casualmente en una publicación de la revista Quo.
Quisiera preguntar si podría conseguir una copia en medios electrónicos para distribuirla en la familia.
Fue una agradable sorpresa.”

 

Gral Lazaro Cardenas
Gral Lazaro Cardenas

Por su parte, José Antonio Aspiros Villagómez efectuó una verdadera reseña de modas, inspirado en una imagen del General Lázaro Cárdenas en la puerta de un avión de Mexicana de aviación: “Gran fotografía ésta del maestro Montero, hasta para una revista de modas: el modelo era –con el debido respeto– la figura del momento, con pantalón holgado, saco ceñido, solapa ancha, corbata muy corta y copa del sombrero con forma de labios. Sólo faltó el calzado”.

 

Fernando Leal
Fernando Leal

Desde Italia, donde radica, Fernando Leal Audirac nos escribió al respecto de unas fotografías sobre su padre: “Acabo de ver completo el archivo que tienen sobre los frescos guadalupanos, resulta evidente que fue su abuelo el fotógrafo cuyas fotos se utilizaron en el libro de Islas García, “Las pinturas guadalupanas de Fernando Leal”, ed. Anáhuac, 1949. También, la foto de mi padre pintando aparece en el libro de Viginia Stewart, “45 Contemporary Mexican Artists”, de esa misma época. Por último, les aclaro que los dibujos, al final de la presentación, no son de los frescos guadalupanos, sino anteriores, representan la cabeza de Cristo en el fresco de “La visión de Santo Domingo de Guzmán”, San Luis Potosí, 1946. El modelo del Cristo antes mencionado fue Jesús Mejía Viadero, un distinguido intelectual de San Luis. Mientras que de los ángeles de “La primera Aparición”, en el ciclo guadalupano, la modelo femenina de ambos fue Gwen Roberts”.

 

Ana Mansilla Amiga, nos aclaró que los perros que aparecen en estas imágenes son:
”el pequeño, parado mientras cose y recostado junto a ella es un French Poodle; el que posa junto a ella y su busto, en el jardín, es un “moloso” pero difícil de distinguir. Se sabe que tanto ella como el “Indio” Fernández fueron criadores de Bull Terrier Inglés, pero no sale con alguno en las fotografías”.

 

Jorge Carreño
Jorge Carreño

Rene Manning Duarte de Hermosillo, Sonora, recordó con este retrato: “Jamás imaginé que me fuera a encontrar esta página. Mi emoción no cabe en este espacio donde habito, y mis ojos se nublaron al ver las fotos de Jorge. Recordé de inmediato cuando lo conocí en 1966 en la Colonia Roma, Ciudad de México, estaba invitado a comer por mi madre y después platicó conmigo. Le mostré lo poco o mucho que hacía a mis escasos 16 años y al siguiente día llegó por mí en la tarde. Me invitó a ir con él a su casa a terminar una caricatura y me mostró su estudio, y yo, prudentemente, bajé al primer piso de su casa y me senté en la sala observando algunas pinturas que él había pintado, como aquel detalle de la última cena. Nos fuimos en su auto de nuevo y llegó a el periódico El Universal a dejar su cartón que era de diario. De ahí nos fuimos a Arte y Material y me invitó a conocer la tienda en Ayuntamiento; me quedé tan sorprendido porque todo aquel material que yo veía era un deleite, preguntó qué necesitaba yo y con pena le dije que nada. Claro que él no se la creyó y tomó un carrito como esos del súper y comenzó a poner material dentro de él. No me di cuenta y echó un proyector de cuerpos opacos y hasta una mesa de dibujo con su banco me compró de regalo y ¡¡aún los conservo!! No puedo evitarlo, pero las lágrimas me brotan como agua al recordar todos momentos con sus detalles que tuvo conmigo. Después de salir de Arte y Material me llevó a la calle de Uruguay No.5 en el mero Centro y me invitó a subir a ese edificio de 4 pisos y yo la verdad ignoraba donde estábamos, hasta que llegamos a la dirección y una señora, la directora, nos atendió saludando a Jorge con tanto cariño, que se notó en todos desde que entramos al primer piso por aquel viejo montacargas. Cual sería mi mayor sorpresa que me llevó a la Escuela Libre de Arte y Publicidad porque me había inscrito él mismo en ella. Nunca terminaré de agradecerle este enorme detalle y créanme que adoro a este gran dibujante como si hubiera sido parte de mi familia, era un gran caballero y fina persona. Lo extraño, pero conservo muchas cosas de aquel material que él me compró para iniciar mis estudios como dibujante publicitario en aquel año de 1967. Jorge Carreño será siempre bien recordado, se lo ganó a pincel y pluma, con tinta y colores, con amabilidad, bondad y don de una gran persona”.

 

Una serie de imágenes de Pedro Infante nos acercaron dos fuentes, ambas muy generosas y cercanas al ídolo. Por parte de Amellali Landa, supimos “a causa de esta publicación encontramos una fotografía donde se encuentran dos personas espectaculares en mi vida: Pedro Infante y mi bisabuelo Jesús Salazar Loreto, quien acompaño a Pedro I. en gran parte de su trayectoria musical. Esperamos, yo y mi familia, sigan descubriendo maravillas del pasado”. En efecto, su bisabuelo es el trompetista con quien Pedro hace unas anotaciones en las partituras, y a quien se recuerda cariñosamente como “la trompeta más alegre de Sinaloa”.

Con relación a la misma serie Paul Riquelme, admirador y biógrafo de Pedro Infante, nos compartió: “Quiero hacer una acotación con respecto a la fecha de las fotografías que le fueron tomadas a Pedro Infante en los estudios “Peerless” por Don Tomás Montero Torres: la fecha exacta de las fotos son, sin grado de error, el día lunes 24 de marzo de 1947, porque en las bitácoras de la compañía dice: “Tomaron fotos hoy en el estudio”, el Ing. de grabación fue Ed. L. Baptista que después fundó Musart. En esa sesión se grabó “Mi Cariñito”, “Maldita sea mi Suerte”, “Mi Consentida”, “Me Voy por Ahí”, “Ojitos Morenos”, “El Aventurero”, “Que Gusto Da” y “La Motivosa”. Al terminar la sesión Pedro Infante se despide de Don Tomás en los estudios y se sube a su Lincoln convertible, la hora de su reloj marcaban las 4:12 pm aproximadamente”.

 

Otro comentario que nos dio alegró fue de parte de Laura Montero Lule: “Me dio mucho gusto reencontrar esta foto de mi familia… Soy la señorita del lado derecho… No recuerdo fecha ni ocasión. TOMÁS MONTERO FUÉ MI TÍO. GRACIAS POR ESTA FOTO…”.

 

Color para un aniversario “cantinflesco”

Hace 101 años, en la Ciudad de México nació un comediante que marcó una época en las carpas y la cinematografía nacional y mundial, admirado incluso por talentos de la talla de Charles Chaplin. Para rememorarlo, Guido Montero, miembro del colectivo de Diseño Mothographics, se abocó a darle color a una fotografía tomada en blanco y negro por Tomás Montero Torres. Les compartimos el asombroso resultado, y su siguiente reflexión. Al final la fotografía original, para que disfruten de ambas…

“En una fecha tan especial -con las voces de los mexicanos calladas por sistemas transnacionales, nepotismo, la autoridad controlando los medios..- y más allá de todas nuestras tragedias, existe un mexicano en especial que siempre tendrá un lugar en los corazones y en nuestras costumbres, siendo ahí donde radica toda la naturaleza y la inspiración de lo que para nosotros significa Cantinflas.

Deja un legado para los mexicanos, entendiendo que lo más hermoso de la vida es sonreír. Hoy lo recordamos con motivo del 101 aniversario de su natalicio. A mi me inspiró traerlo con un color que solo él podría ver gracias a los avances digitales e informáticos. Lo considero una inspiración para muchos, un ejemplo de ética y moral. Siendo un país con una realidad tan lúdica, resulta magistral poder ser mexicano y conocer su legado como acervo a nuestra cultura e icono de nuestro país, a través del tiempo.

Gracias a los archivos históricos de Tomás Montero Torres, autor de la foto, por darme la oportunidad de poner un granito de arena en la conmemoración de esta fecha.

Algo malo debe tener el trabajo, o los ricos ya lo habrían acaparado, nos decía: Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes Mejor, conocido como Cantinflas.

Cantinflas
Cantinflas

(*) Guido Montero es un joven diseñador, con un apellido homónimo al fotorreportero cuyo acervo preservamos. Para el equipo del Archivo Tomás Montero Torres es un honor su interés por el cúmulo de fotografías, y el aporte que hizo al ofrecernos otra visión de una imagen clásica del gran mimo de México.