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Una Virgen para el mar

Martha Patricia Montero

Armando Quezada Medrano nació en Chihuahua, y fue creciendo a la par de una semilla de amor por el arte que le anidaba en el cuerpo. Por su joven talento, consiguió una beca del gobierno local para estudiar en la Academia de San Carlos de la Ciudad de México, abocándose con especial interés en la escultura. Posteriormente fue acreedor a otra beca, esta vez en París, donde se desarrolló con mayor plenitud y radicó hasta los 35 años, tras lo cual regresó a su país natal casado con la pintora polaca Lee Bogu Mila Kopeyinski.

En México efectuaría varios trabajos, tanto en forma individual –como el conjunto escultórico del Conservatorio Nacional ubicado en Polanco– o formando parte de un proyecto magno–como es el caso de las piezas del Monumento a la Revolución, creación de Oliverio Martínez–. Sin embargo, es posible que una de sus obras más significativas haya estado destinada, desde un inicio, para habitar en las profundidades del mar.

 

Se trataba de un trabajo escultórico que llegaría a él, a partir de una idea del Doctor Gabriel Malváez, que promovería con gran entusiasmo Amelia Sodi Pallares: realizar una Virgen destinada al mar, con el propósito de que los buzos, pescadores y hombres de mar,  en la bella bahía de Acapulco, la tuvieran de su lado para protegerlos.

Años antes ella se había titulado en Estados Unidos como maestra acuática en el Sistema Mr. Cureton, y era una persona muy activa en el mundo de los hombres y las mujeres rana en México. Como buena mexicana coincidió con el propósito de convertir a la Virgen de Guadalupe en la Emperatriz de los Mares, y logró estrecha colaboración del propio Doctor, así como de “los arquitectos Héctor Mestre y Enrique Conti, el cazador y hombre de negocios automovilísticos Pablo Bush, el banquero Aníbal de Iturbide, Alfonso Barcénas, el ingeniero Navia, Alfonso Arnold y Lorenzo Sours”.

Revista de América
Revista de América

 

En la edición especial de la revista de América de 1958, se acota que el proyecto ascendió en su totalidad a 250 mil pesos de ese entonces, que reunieron sin dificultad al convocar a 50 patrocinadores, que aportaron 5 mil pesos cada uno. En ese momento sólo había dos antecedentes a este proyecto submarino: “La imagen del Cristo Bondadoso, en Napolés, hecha de un mármol que se irá disgregando con el tiempo; y la de la Virgen de Monserrat, de plomo, instalada ante las costas de Cataluña, ninguna de las cuales tiene las dimensiones de la que salió del taller de Armando Quezada”.

 

Para dar cuenta de este magno acontecimiento, que en México convocaba el hondo fervor religioso por la Guadalupana, hicieron dupla el reportero Carlos Alvear Acevedo y el fotorreportero Tomás Montero Torres. Estuvieron semanas previas en el taller de Coyoacán de Armando Quezada, quien además de ser el escultor designado, era al tiempo un patrocinador del proyecto al donar su tiempo y talento al mismo. Tratando de prever que las condiciones marinas afectaran lo menos posible a la pieza, se empleó una aleación hecha de lusteno, moliteno, níquel, cobre y aluminio, moldeada a lo largo de seis largos meses.

Se sabe que todo inició con un bosquejo hecho por el arquitecto Héctor Mestre, mismo que fue puliendo el escultor, tanto para darle su propia impronta, como por el sitio al que estaba destinada la figura: el fondo marino cerca de la isla de la Yerbabuena. Estilizada para equilibrar la distorsión que provocarían las aguas del mar, la figura también incorporaba un ancla de dos metros y medio (con un ángel que sirve de peana), una estrella de mar, y la sensación de que los pies de la virgen “parecen desvanecerse en hermosas aletas”.

Antes de partir hacia Guerrero, la escultura fue bendecida en la Basílica del Tepeyac por el monseñor Apostólico Raimondi. Llegaría a Acapulco el 10 de diciembre para ser albergada, temporalmente, en el Templo de la Soledad, que permaneció abierto día y noche, “porque una corriente continua de fieles –nacionales y extranjeros– quería verla y rendirle pleitesía”.

 

Justo el 12 de diciembre del 58, tras una misa solemne, la Virgen saldría en hombros de varios miembros del Club de Hombres Rana hasta los muelles, donde “fue colocada en el lanchón que la llevó hasta el sitio de la ‘Yerbabuena’, 880 metros mar adentro, escoltada por las embarcaciones (alrededor de 100), a los acordes de 500 orquestas populares, y mientras en el aire se alzaban globos y cohetes multicolores de esta fiesta del corazón y del alma que fue, por encima de todo, explosión de amor guadalupano, verbena, fiesta, colorido, devoción y regocijo inocultables”.  Incluso hubo aviones de la Fuerza Aérea Mexicana para darle mayor formalidad y grandeza al evento.

 

Con dos metros de altura y 450 kilos de peso, la figura de bronce se colocó 5 metros bajo el mar, al pie de las piedras de la Isla La Roqueta, sobre una base previamente elaborada. Permaneció en ese lugar por largos 44 años, hasta que, por el desgaste del tiempo y las fuerzas marinas, tuvo que ser sustituida por otra pieza. La original fue colocada en un nicho especial sobre esas mismas rocas.

Desde el primer día, cientos de fieles, lugareños y turistas de todo el orbe, le han rendido tributo a esta original Emperatriz de los Mares. Respecto al escultor, Don Armando Quezada Medrano, se le considera uno de los hijos ilustres de su estado natal, Chihuahua, junto con otros grandes como David Alfaro Siqueiros, Manuel Gómez Morín, Martín Luis Guzmán y Elsa Aguirre, con quienes comparte no sólo el lugar de nacimiento, sino el haber sido retratado por Tomás Montero Torres.

 

18 Comentarios en “Una Virgen para el mar”

  1. Hermoso relato; extraordinario reportaje fotográfico de don Tomás Montero.
    No conocía la historia ni había oído hablar de la virgen de Acapulco: me encantan su silueta de sirena y su trono de agua y roca.
    Enormes bendiciones virginales para todos los acapulqueños.
    Se los comenta una mujer de raíces Tlacotalpeñas que compate el fervor por una virgen que también ama las aguas del Papaloapan.

  2. ¡Qué gratos recuerdos! Hemos de haber sido millones los afortunados que vimos a esa Virgen bajo el mar, de paso a La Roqueta.
    Y qué satisfacción y sorpresa ver que dos de mis maestros en la Escuela de Periodismo ‘Carlos Septién García’ (Tomás Montero, de fotografía, y Carlos Alvear, de historia de México) hicieron ese reportaje para la ya desaparecida Revista de América. Alvear Acevedo fue también director de dicha Escuela hace más de medio siglo. Celebro que Martha Montero continué divulgado el trabajo de su abuelo, con historias investigadas y escritas de manera magistral.

  3. Una historia popular, llena de sentido y de fervor sencillo y diáfano. Estas imágenes son parte de la historia de Acapulco, de México y de la religión. Su conservación y puesta en valor una tarea honorable y poco redituable que quienes la disfrutamos, reconocemos y promovemos con enrome gusto. Adelante con este trabajo extraordinario!!!

  4. Que orgullo para el pueblo de Acapulco y para todo México que esa parte de su historia haya sido plasmada en tan bellas fotos, qué suerte tenemos de revivirla con tan hermoso relato.

  5. Me interesó mucho la informacion publicada. Me permitió conocer un periodo que no conocí, pero del cual oí hablar mucho en mi infancia. Tengo entendido que mi tío, que también se llamaba Gabriel Malvaez (como el doctor), fue uno de los buzos que se encargó de la instalación de la estatua en el fondo del mar. Acapulco era el destino al cual la familia Malvaez acudía con regularidad para vacacionar y en recuerdo a ese periodo deposité en 2005 las cenizas de mi difunta madre, en unas rocas cercanas al sitio donde se encuentra la virgen. Por cierto, no era la única urna.

  6. Sou neta do escultor Armando Quezada Medrano, filha do filho dele Armando Quezada Kopanicka, que era músico, compositor, pianista, regente. Seria muito bom saber se ainda tenho parentes no México, nunca conheci ninguém da família do meu pai, ele morreu sem nunca falar da família e adoraria conhecer alguém.

  7. Excelente reportaje. Me gustaría saber si alguien tiene fotografías del traslado de la Virgen de la Cd. de México al puerto de Acapulco. Tengo entendido que el transporte corrió a cargo de automóviles y choferes al servicio de Pablo Bush. Mi padre participó como chofer en esa caravana. Saludos.

  8. Te felicito, excelente reportaje y en verdad las imágenes te remontan a sentir la emoción de los lugareños, turistas y de todos los fieles a ver a nuestra emperatriz del mar. 👍🏻 .

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