Si te interesa contribuir a difundir la obra fotográfica de Tomás Montero Torres, ¡lo agradecemos desde ahora! Pero recuerda mencionar siempre al autor de las fotografías y el acervo a donde pertenecen.

Si lo que deseas es tener acceso a las imágenes para utilizarlas en un libro, un video u otro soporte, contáctanos.

También existe la posibilidad de que adquieras impresiones en papel de primera calidad libre de ácido, de las imágenes de tu preferencia, incluyendo un certificado de origen.

Tag : Pedro Infante

Martha Patricia Montero

La importancia de compartir

Hace poco más de dos años iniciamos este blog con el propósito de ir dando a conocer parte de las imágenes que vamos rescatando. En ese entonces todavía no teníamos una idea clara de la cantidad de negativos que había dejado nuestro abuelo, Tomás Montero Torres. Habíamos conseguido la primer beca que otorga el Fonca para la recuperación de Archivos Históricos, y los únicos datos para esbozar la tarea que nos esperaban eran unos listados ordenados que daban cuenta de poco más de 18 mil negativos. Inexpertas aún en estos temas, calculábamos entonces que, con el resto de los negativos agrupados en sobres, más los que se hallaban aún cajas, latas y cilindros metálicos, podrían ser alrededor de 30 mil negativos. Así se lo dijimos al Fonca en nuestro proyecto participante…. ¡Que lejos estábamos de la cifra final! Ahora sabemos que son más de 86 mil negativos, y conforme los vamos develando (con la limpieza y digitalización a cargo de Silvia), nos sorprendemos de la mirada de Tomás Montero, los lugares por dónde anduvo, su acercamiento a las personas, su tacto para los temas difíciles…

Aunque los dos años de beca concluyeron hace tiempo –y el blog era parte de los acuerdos– decidimos continuar con esta tarea de divulgación porque las satisfacciones paralelas han sido grandes y especiales: la gente que hemos conocido, los proyectos que surgen… Este esfuerzo lo hemos continuado también en el Facebook (esta es la liga, por si desean explorarla), y por diversas razones ahí publicamos fotografías diferentes a las del blog, donde hemos tenido la fortuna de otras coincidencias.

En el caso de este blog, hemos descubierto que, al compartir imágenes, de pronto los lectores a su vez nos comparten información que enriquece el contenido propio de la cada fotografía. Ahora que vamos a retomar con frecuencia el blog, queremos iniciar esta nueva fase agradeciendo las valiosas aportaciones de varios lectores. Claro, ¡es una invitación a que continúen siendo tan generosos como hasta ahora!

 

Maudelle Bass Weston
Maudelle Bass Weston

Próspero Morales Martínez nos contó que la mujer que aparece de perfil en esta imagen es la bailarina afroamericana Maudelle Bass Weston, quien fue modelo de Diego Rivera y del fotógrafo Edward Weston. En efecto, Maudelle (1908–1989), fue una reconocida bailarina afroamericana, primera mujer de color en estudiar con el coreógrafo Lester Horton.

 

Con respecto al nacimiento del volcán Paricutín, el 20 de febrero de 1943, Alfonso Flores, Presidente de la Sociedad Mexicana de Estudios Aeronáuticos Latinoamericanos, A.C., nos compartió: “Sin duda el nacimiento del Paricutín fue todo un suceso a nivel mundial ya que despertó diversas expresiones y curiosidad. Igor Sikorsky, diseñador y constructor de helicópteros trajo al país en julio de 1945 uno de sus nuevos modelos (Sikorsky R-6A) con la finalidad de estudiar el comportamiento del aparato en condiciones extremas y para facilitar el trabajo de una misión científica, aprovechando la oportunidad para dar rienda suelta a una de sus pasiones; las montañas y los volcanes. De igual manera, Harry Truman, presidente de los Estados Unidos, durante la primer visita oficial de un mandatario de esa nación a México en 1947, sobrevoló el volcán para admirar el inusual espectáculo”.

 

"Al mal tiempo buena cara”
“Al mal tiempo buena cara”

Alejandro Noriega nos compartió una agradable sorpresa que se llevó una tarde: “Acabo de encontrar por casualidad una fotografía de mis abuelos que se llama “Al mal tiempo buena cara”; es curiosa la situación de haber encontrado una foto de hace 60 años que no era de la familia. La encontré casualmente en una publicación de la revista Quo.
Quisiera preguntar si podría conseguir una copia en medios electrónicos para distribuirla en la familia.
Fue una agradable sorpresa.”

 

Gral Lazaro Cardenas
Gral Lazaro Cardenas

Por su parte, José Antonio Aspiros Villagómez efectuó una verdadera reseña de modas, inspirado en una imagen del General Lázaro Cárdenas en la puerta de un avión de Mexicana de aviación: “Gran fotografía ésta del maestro Montero, hasta para una revista de modas: el modelo era –con el debido respeto– la figura del momento, con pantalón holgado, saco ceñido, solapa ancha, corbata muy corta y copa del sombrero con forma de labios. Sólo faltó el calzado”.

 

Fernando Leal
Fernando Leal

Desde Italia, donde radica, Fernando Leal Audirac nos escribió al respecto de unas fotografías sobre su padre: “Acabo de ver completo el archivo que tienen sobre los frescos guadalupanos, resulta evidente que fue su abuelo el fotógrafo cuyas fotos se utilizaron en el libro de Islas García, “Las pinturas guadalupanas de Fernando Leal”, ed. Anáhuac, 1949. También, la foto de mi padre pintando aparece en el libro de Viginia Stewart, “45 Contemporary Mexican Artists”, de esa misma época. Por último, les aclaro que los dibujos, al final de la presentación, no son de los frescos guadalupanos, sino anteriores, representan la cabeza de Cristo en el fresco de “La visión de Santo Domingo de Guzmán”, San Luis Potosí, 1946. El modelo del Cristo antes mencionado fue Jesús Mejía Viadero, un distinguido intelectual de San Luis. Mientras que de los ángeles de “La primera Aparición”, en el ciclo guadalupano, la modelo femenina de ambos fue Gwen Roberts”.

 

Ana Mansilla Amiga, nos aclaró que los perros que aparecen en estas imágenes son:
”el pequeño, parado mientras cose y recostado junto a ella es un French Poodle; el que posa junto a ella y su busto, en el jardín, es un “moloso” pero difícil de distinguir. Se sabe que tanto ella como el “Indio” Fernández fueron criadores de Bull Terrier Inglés, pero no sale con alguno en las fotografías”.

 

Jorge Carreño
Jorge Carreño

Rene Manning Duarte de Hermosillo, Sonora, recordó con este retrato: “Jamás imaginé que me fuera a encontrar esta página. Mi emoción no cabe en este espacio donde habito, y mis ojos se nublaron al ver las fotos de Jorge. Recordé de inmediato cuando lo conocí en 1966 en la Colonia Roma, Ciudad de México, estaba invitado a comer por mi madre y después platicó conmigo. Le mostré lo poco o mucho que hacía a mis escasos 16 años y al siguiente día llegó por mí en la tarde. Me invitó a ir con él a su casa a terminar una caricatura y me mostró su estudio, y yo, prudentemente, bajé al primer piso de su casa y me senté en la sala observando algunas pinturas que él había pintado, como aquel detalle de la última cena. Nos fuimos en su auto de nuevo y llegó a el periódico El Universal a dejar su cartón que era de diario. De ahí nos fuimos a Arte y Material y me invitó a conocer la tienda en Ayuntamiento; me quedé tan sorprendido porque todo aquel material que yo veía era un deleite, preguntó qué necesitaba yo y con pena le dije que nada. Claro que él no se la creyó y tomó un carrito como esos del súper y comenzó a poner material dentro de él. No me di cuenta y echó un proyector de cuerpos opacos y hasta una mesa de dibujo con su banco me compró de regalo y ¡¡aún los conservo!! No puedo evitarlo, pero las lágrimas me brotan como agua al recordar todos momentos con sus detalles que tuvo conmigo. Después de salir de Arte y Material me llevó a la calle de Uruguay No.5 en el mero Centro y me invitó a subir a ese edificio de 4 pisos y yo la verdad ignoraba donde estábamos, hasta que llegamos a la dirección y una señora, la directora, nos atendió saludando a Jorge con tanto cariño, que se notó en todos desde que entramos al primer piso por aquel viejo montacargas. Cual sería mi mayor sorpresa que me llevó a la Escuela Libre de Arte y Publicidad porque me había inscrito él mismo en ella. Nunca terminaré de agradecerle este enorme detalle y créanme que adoro a este gran dibujante como si hubiera sido parte de mi familia, era un gran caballero y fina persona. Lo extraño, pero conservo muchas cosas de aquel material que él me compró para iniciar mis estudios como dibujante publicitario en aquel año de 1967. Jorge Carreño será siempre bien recordado, se lo ganó a pincel y pluma, con tinta y colores, con amabilidad, bondad y don de una gran persona”.

 

Una serie de imágenes de Pedro Infante nos acercaron dos fuentes, ambas muy generosas y cercanas al ídolo. Por parte de Amellali Landa, supimos “a causa de esta publicación encontramos una fotografía donde se encuentran dos personas espectaculares en mi vida: Pedro Infante y mi bisabuelo Jesús Salazar Loreto, quien acompaño a Pedro I. en gran parte de su trayectoria musical. Esperamos, yo y mi familia, sigan descubriendo maravillas del pasado”. En efecto, su bisabuelo es el trompetista con quien Pedro hace unas anotaciones en las partituras, y a quien se recuerda cariñosamente como “la trompeta más alegre de Sinaloa”.

Con relación a la misma serie Paul Riquelme, admirador y biógrafo de Pedro Infante, nos compartió: “Quiero hacer una acotación con respecto a la fecha de las fotografías que le fueron tomadas a Pedro Infante en los estudios “Peerless” por Don Tomás Montero Torres: la fecha exacta de las fotos son, sin grado de error, el día lunes 24 de marzo de 1947, porque en las bitácoras de la compañía dice: “Tomaron fotos hoy en el estudio”, el Ing. de grabación fue Ed. L. Baptista que después fundó Musart. En esa sesión se grabó “Mi Cariñito”, “Maldita sea mi Suerte”, “Mi Consentida”, “Me Voy por Ahí”, “Ojitos Morenos”, “El Aventurero”, “Que Gusto Da” y “La Motivosa”. Al terminar la sesión Pedro Infante se despide de Don Tomás en los estudios y se sube a su Lincoln convertible, la hora de su reloj marcaban las 4:12 pm aproximadamente”.

 

Otro comentario que nos dio alegró fue de parte de Laura Montero Lule: “Me dio mucho gusto reencontrar esta foto de mi familia… Soy la señorita del lado derecho… No recuerdo fecha ni ocasión. TOMÁS MONTERO FUÉ MI TÍO. GRACIAS POR ESTA FOTO…”.

 

Tomás Montero Torres (*)

Tomás Montero Torres y María Luisa Butzmann de Montero disfrutando alegres en una fiesta de disfraces, y posando al centro con un beso…

Cuando mi abuela Lulú tomó la decisión de liberar el archivo de negativos, que con tanto celo guardó por 40 años, nadie –ni ella misma- imaginó lo que esa acción provocaría.

Mi abuelo Tomás falleció a los 56 años, cuando apenas éramos 4 nietos muy pequeños, de los 19 que llegaríamos a ser, y aunque su ausencia nos marcó profundamente, crecimos conociendo sólo algunas de sus facetas gracias a las historias que se desgranaban en voz de su viuda, de sus hijos, sobrinos, nueras, yernos… Que nunca llegaba a su casa con las manos vacías, por ejemplo, un bolsillo del saco lleno de caramelos para los hijos y otro con chocolates para su mujer; que en Michoacán, su tierra, se acercaban las jóvenes indígenas a decirle ‘¿le digo algo en purépecha y me da una moneda?’ y él, con seguridad, les preguntaba, ‘y si te hablo yo en purépecha, ¿me la das a mi?’, porque era una lengua que sabía; que era muy elegante y siempre andaba de traje y corbata, con pañuelo a juego; que alguna vez él y mi abuela habían abordado un tren nocturno para Morelia y dormido en un carro cama, para despertar y descubrir que amanecían en México, porque por alguna razón el tren no había salido y seguían en Buenavista; que era un trabajador incansable y que tenía un corazón de oro, con un carácter que con los años, y a ratos, se le descomponía a causa de la diabetes que padeció, y por la que moriría sin proponérselo; que aunque era de corta estatura y por ello le decían ‘Monterito’ tenía brazos amplios y generosos para recibir en su casa a cuñada, sobrinos, padre, suegra, amigos y las más raras mascotas que sus hijos elegían –desde tarántulas hasta chivos-.

Tomás Montero con sus 6 hijos: Silvia, Tomás, Oscar, Peke, Lupita y Hugo en un amoroso abrazo
Tomás Montero con sus 6 hijos: Silvia, Tomás, Oscar, Peke, Lupita y Hugo en un amoroso abrazo
Leyendo con el más pequeño de sus hijos: Hugo
Leyendo con el más pequeño de sus hijos: Hugo
Posando en el día de campo con sus hijas Silvia y Lupita
Posando en el día de campo con sus hijas Silvia y Lupita

 

Sabíamos que pintaba, que era sumamente prolífico y lo hacía muy bien; no hay casa de familia donde no haya cuadros suyos –paisajes, desnudos, bodegones, vírgenes, bateas, miniaturas, y hasta tarjetas de recuerdo con letra garigoleada que él mismo se inventaba…–

Calavera hecha por Tomás Montero Torres
Calavera hecha por Tomás Montero Torres

Que había estudiado en la Academia de San Carlos, que le encantaba viajar y que además de haber recorrido más de una vez esta patria suya que tanto quería, había ido a Europa, a Estados Unidos, a Panamá, a Cuba, donde por cierto expuso una serie de Cristos, la mayoría de los cuales se venderían en la isla…

Portada del catálogo de la exposición, realizado por Tomás Montero Torres, y cuyo prólogo fue escrito por Don José Vasconcelos
Portada del catálogo de la exposición, realizado por Tomás Montero Torres, y cuyo prólogo fue escrito por Don José Vasconcelos

 

Tomás Montero mostrándole a Carlos Septién, y a otros amigos, las fotografías con las que participó en la exposición colectiva "Palpitaciones de la vida nacional" en 1947, en Bellas Artes
Tomás Montero mostrándole a Carlos Septién, y a otros amigos, las fotografías con las que participó en la exposición colectiva “Palpitaciones de la vida nacional” en 1947, en Bellas Artes

Que fue compadre de Carlos Septién García, ese periodista famoso y de temple claro, cuya muerte le afectaría profundamente en los afectos y en la salud, porque justo por una gripa fuerte el propio Septién lo había mandado de regreso a su casa, evitando así que tomara el mismo vuelo del trágico accidente.

¿Sobre su oficio de fotógrafo? Sabíamos, claro… ¡Otro rico puñado de anécdotas! Que había estado varios meses en la sierra tarahumara, en los 50, en una época de sequía, y había padecido hambre junto con los rarámuris y hasta había comido rata de campo; que había regresado lleno de admiración por ellos y que esa vivencia lo marcó mucho. Que tenía su cuarto oscuro en casa, en uno de los baños. Que su esposa y sus hijos aprendieron todo el oficio de la cámara fotográfica, el proceso de revelado e impresión para ayudarle en más de una ocasión. Que era perfeccionista. Que hubo una cámara Rolleiflex que nueva, de un tripié, caería para romperse cuando su segunda nieta pasó por ahí con la inocencia de los dos años y que conseguiría que se la cambiaran por otra nueva desde Alemania, pero que llegaría cuando él ya había partido y se quedaría sin estrenar. Por supuesto, sabíamos del archivo: que estaba ahí, y que al paso de los años y las mudanzas –siete desde el temblor de 1985– seguía estando ahí. Porque, por cierto, mis abuelos, mi papá y mis tíos vivían aquí enfrente, atrás de la Ciudadela, en la calle de Ayuntamiento, vecinos de este espacio del Centro de la Imagen…

Mediados de 2008 nos sorprendió con la idea clara de mi abuela de regalarlo. Mi hermana Claudia tuvo incluso que ir por un cerrajero, porque después de tantos lustros se desconocía el paradero de las llaves. Era tal el azoro de lo que se leía en cada sobre, que la importancia que se intuía sobre su contenido evitó que la curiosidad nos ganara y permitió que nos diéramos el tiempo suficiente para hacernos de mayores conocimientos sobre cómo tratar los negativos y qué hacer con el acervo, antes de manipularlo.

En los meses siguientes mi abuelo Tomás, así es aunque no lo crean, mi abuelo, haría tres revelaciones que nos irían encauzando más. Primero, al poco tiempo, apareció un legajo de 17 páginas con el nombre: “Diario de un fotógrafo de prensa”, que reprodujimos tal cual en el libro que les estaremos obsequiando en un rato más (aquí la versión descargable con dos clicks: CAT FONCA); poco después, una caja “camisera” –como las que se usan para guardar camisas– con sus documentos de la UNAM –boletas, formas de pago, credenciales…– con catálogos de exposiciones, gafetes de todos los diarios y revistas para las que colaboró y otros documentos de trabajo; y como medio año después, o más, como aparición mágica, mi prima Gabriela encontró en la casa de mi abuela una caja más grande, sellada por él, llena de hemerografía donde publicaban sus fotografías, recortes de prensa que hablan de él, de premios, anécdotas o hasta caricaturas que le hicieron famosos como Carreño o Vic…

 

Aquí, sin duda, tienen que comenzar los agradecimientos, porque desde 2009 hemos reencontrado o conocido a personas valiosas, en los momentos correctos, para optar por los mejores caminos para esta impresionante aventura en la que estamos envueltas Silvia, Claudia, Julieta y yo. Un reto que nos impulsó a definir claramente lo que debíamos hacer: rescatar y difundir el acervo fotográfico de Tomás Montero Torres, contribuyendo a que tenga el lugar que le corresponde en la historia de la fotografía en México. Porque es claro lo que él aportó, lo que innovó, la estética y el humanismo de sus imágenes, su diversidad, su oportunidad histórica, que estando vivo, curiosamente, le reconocían, y que con el silencio de la muerte fue una distinción que se apagó…

Tomás Montero en las bellas Lagunas de Camécuaro, en Michoacán, su tierra
Tomás Montero en las bellas Lagunas de Camécuaro, en Michoacán, su tierra

Y aquí cabría decir que la primer persona de este siglo XXI que hizo una presentación sobre Tomás Montero Torres no fue nadie del equipo: fue Ángela –la mayor de sus 23 bisnietos–. Cuando iba en el último año de preparatoria se enteró de lo poco que sabíamos en aquel momento y reclamó –“¿por qué nadie me había dicho que tuve un familiar famoso?”– así que pidió algunas fotos y datos y preparó una clase sobre él antes de ingresar a la universidad a estudiar Gastronomía.

 

Además de nuestra abuela, que creyó en nosotras, en nuestras capacidades, compromiso afectivo y entusiasmo –y que está hoy aquí con sus muy lúcidos 91 años– y de toda nuestra familia, incluyendo a los sobrinos e hijos, y en especial Tania, Luis y Matías, hay una larga lista de personas a quienes hay que decir “Gracias”, porque sin sus consejos, apertura, apoyos, amistad y cariño, este trecho de tres años de trabajo –uno de preparativos y dos con la valiosa beca del Fonca– hubiera sido más complejo…

Rodeado por sus hijos -en el sentido del reloj- Oscar, Silvia, Hugo, Tomás, Peke y Lupita
Rodeado por sus hijos -en el sentido del reloj- Oscar, Silvia, Hugo, Tomás, Peke y Lupita

Me gustaría mencionar a algunos, con la salvedad de que hay un listado mucho más detallado –y espero que completo, por supuesto– en el libro que les daremos hoy… Paco Mata, Rebeca Monroy, Elisa Lozano, Pedro Valtierra y Anasella Acosta, Alberto Del Castillo, Gerardo Ceballos, Pedro Meyer y Nadia Baram, Arturo Betancourt, Iván Mejía, Maribel Fonseca, Adrián Román, Víctor Flores y Cristina Morán, Banco de Ideas y su director Carlos Mora, la asociación civil que dirige mi hermana, Muévete x Tu Ciudad, la Fototeca Nacional con Mayra Mendoza y Juan Carlos Valdez Medellín, la Fundación Cultural Televisa con Fernando Osorio, Fernanda Monterde y Mauricio Maillé, Laura González Flores y su maravilloso equipo de la UNAM, Sabrina, Amanda, Brenda, María, Elva, Karen, Edgar y Marisol, a Glinsi, y a más, muchos más…

Dos años de trabajo apoyadas por el Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales del Fonca se dice fácil, pero para nosotras han sido sumamente intensos y nos marcan nuevos retos en el corto plazo. La dinámica nos está exigiendo preparar una muy buena biografía de Tomás Montero Torres, clara, bien fundamentada, con investigación rigurosa; establecer lineamientos para abordar sus principales temas –que es algo que aún no hacemos- que son: política, aviación civil, tauromaquia, religión, bellas artes… Concluir la reprografía de los restantes 60 y tantos mil negativos, así como ampliar las posibilidades de la base de datos. Digitalizar y pasar a materiales de conservación otras cantidades de negativos, conforme el tiempo y los recursos lo permitan…

Continuar el blog como una labor permanente, porque ha sido y es una experiencia sumamente enriquecedora, un diálogo abierto y no destinado sólo a especialistas. Gracias a este espacio nos hemos topado con familiares o estudiosos de varios personajes retratados por Tomás Montero; el nieto del escultor Alfredo Just, Verónica, la nieta de Miguel Bernal, un familiar de Víctor y Jorge Cuesta, o fortalecido el contacto con otros, como María Elena, la sobrina de Miguel Covarrubias… Nos topamos con Don Antonio Aspiros, un alumno de Montero Torres, ya que él dio clases de fotografía –y fue el primero en hacerlo– en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García; o con un admirador de un ídolo como Pedro Infante, Paul Riquelme, que nos ha aportado datos específicos sobre una serie de fotografías, como el día y hasta la hora en que fueron tomadas… Por todo esto seguiremos, como hasta ahora, dispuestas a este diálogo abierto, lo mismo que a estudiantes, investigadores y otras alianzas académicas que brinden herramientas para concretar estos retos.

Cuatro generaciones: bisabuelo, abuelo, papá y la nieta mayor, Martha...
Cuatro generaciones: bisabuelo, abuelo, papá y la nieta mayor, Martha…

Estamos en una conversación inesperada y cálida con nuestro abuelo Tomás, quien si ya era entrañable ahora lo es aún más. Hoy sabemos dónde estudió y trabajó, por dónde anduvo, quiénes eran sus amigos, qué postura política tenía, con qué profesión se identificaba, qué le dolía de México, qué le gustaba y cómo se lo transmitió a su familia…

Seleccionando piedras con su segunda nieta, Silvia, para después pintarlas...
Seleccionando piedras con su segunda nieta, Silvia, para después pintarlas…

 

Se nos “aparece” cada tanto de muchas maneras y nos impulsa a continuar la labor con idéntico entusiasmo que al principio. Por mencionar un ejemplo que aún me conmueve, les cuento… Viendo las revistas de época nos enteramos que en los créditos aparecían con igual importancia los Hermanos Mayo y Tomás Montero, así que le pregunté a mi abuela y dijo ‘¡claro, era muy amigo de ellos, en especial de Paco y de Julio!’, así que nos dimos a la tarea de localizar a Don Julio y le llamamos a su casa de Atlixco cuando aún vivía su esposa y él tenía 97 años –este año cumplirá 99–. Me contestó una enfermera muy amable, explicando que Don Julio estaba muy bien de salud, pero que ya oía menos, que si le explicaba a ella quién era yo y el motivo de la llamada, eso le facilitaría la conversación… Supongo que le escribió los datos, porque alcancé a sentir como Don Julio le arrebató el teléfono para preguntarme ‘¿Es usted nieta de Tomás Montero? –sí…– pues no me lo va usted a creer, pero ayer tuve que ir a la Ciudad de México porque soy Vicepresidente Vitalicio de la Asociación de Fotógrafos de Prensa, y me enseñaron unas fotografías antiguas para ver de quién me acordaba, y mencioné a su abuelo… ¡¿No le parece una fabulosa coincidencia que ayer yo lo haya mencionado y hoy usted me llame por teléfono?!’… Ya sabrán que la piel se me puso chinita, impresionante…

Don Julio Mayo, Silvia, la Sra. Mayo (q.e.p.d.), Martha y Claudia
Don Julio Mayo, Silvia, la Sra. Mayo (q.e.p.d.), Martha y Claudia

Y por supuesto fuimos a Atlixco, y Don Julio ya nos tenía de regalo una foto que mi abuelo había tomado, donde estaban su esposa y mi abuela juntas, vestidas de sevillanas en una corrida de toros, y otra de él con mi abuelo y otro grupo de fotógrafos, en compañía de Cantinflas

Al centro de esta imagen la señora Mayo y María Luisa Buztmann de Montero... Arriba, con la bota de vino y la cámara al cuello, Julio Mayo
Al centro de esta imagen la señora Mayo y María Luisa Buztmann de Montero… Arriba, con la bota de vino y la cámara al cuello, Julio Mayo
Evento de presentación en el Centro de la Imagen con Martha Montero, Álvaro Cueva, Silvia Sánchez Montero, Nacho López, Carmen Soriano y Luis Enrique Villegas
Evento de presentación en el Centro de la Imagen con Martha Montero, Álvaro Cueva, Silvia Sánchez Montero, Nacho López, Carmen Soriano y Luis Enrique Villegas

Nos compartió sus recuerdos, nos trató como reinas y no quería dejarnos marchar… ‘¡que diera yo porque mis nietos fueran como ustedes! Pero no les interesa la fotografía ni mi archivo…’, nos dijo, y toda esta inolvidable vivencia, estoy segura, fue gracias a mi abuelo, como otras tantas más.

Los logros de lo ya hecho los compartió Silvia hace un momento. Yo quiero concluir esta presentación agradeciendo a Luis Enrique Villegas, Carmen Soriano, Alberto Zuñiga y José Luis Espinoza Piña del ILCE –los dos últimos no pudieron estar físicamente pero sí de corazón– y a Álvaro Cueva, cómplices fabulosos de este proyecto y de esta noche; a Nacho López, que en su nombre ya venía marcada su profesión ligada a la fotografía y dirige con juventud y éxito una gran revista desde Jalisco, La Membrana, por su papel como moderador; y a Valentín Castelán, Erika Nuñez y Kristal Mejía, un equipo fabuloso del Centro de la Imagen dirigido por Alejandro Castellanos, por tan buena acogida esta noche y por su apoyo generoso desde que venimos a proponerles hacer aquí esta presentación; también a cada uno de ustedes por estar siempre, por ser cercanos y estimularnos a continuar, y estar hoy aquí, con su hermosa, hermosísima presencia.

 

María Luisa con su hija Peke de bebé, con el Lago de Pátzcuaro al fondo...
María Luisa con su hija Peke de bebé, con el Lago de Pátzcuaro al fondo…

En este país que tanto nos enseñaron a amar desde pequeñas, ahora más que nunca hace falta retomar los pilares de ideas, creación y aportes, recordar lo grandes que podemos ser como país y apostar por ello.

Hoy puedo decir llena de emoción y gozo –porque esas son las palabras correctas, emoción y gozo– que Tomás Montero Torres ya no es un desconocido en el ámbito actual de la fotografía en México. Aún es largo el camino por recorrer, pero sin duda su nombre ya está cargado de significados y aportes. Su legado es familiar, pero lo trasciende: es un patrimonio visual de México que habla de estética, identidad, memoria y pertenencia, y hoy lo presentamos oficialmente ante ustedes invitándolos a acercarse, a profundizar, a hacerlo también suyo. Muchas gracias…

Tomás Montero Torres en plena acción con su cámara Leica, retratando al emblemático "General de la Rosa"...
Tomás Montero Torres en plena acción con su cámara Leica, retratando al emblemático “General de la Rosa”…

(*) Escrito compartido el 17 de abril en el Centro de la Imagen, en el evento de presentación de los resultados obtenidos por el equipo del Archivo Tomás Montero Torres en los dos años de apoyo de la beca del Fonca, y donde el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE), en voz de Luis Enrique Villegas y Carmen Soriano, también compartió algunos avances de “Haluros de Plata”, un documental que están encabezando sobre el fotógrafo Montero Torres y el proyecto de rescate de su acervo.

Con mi corazón

Una de las cosas más maravillosas para Pedro Infante, mi papá, era volar. De sus aeropuertos preferidos, estaban el Aéreo Militar de Santa Lucía y el aeropuerto de la Ciudad de México. En los hangares privados y la plataforma militar, convivía con el personal de operaciones, con los mecánicos y pilotos, para él como otras familias.

Otra de las cosas que más disfrutaba era elegir su ropa. Cuando la mandaba hacer -como las chamarras de aviador- siempre pedía dos o tres iguales. En lo que compraba, como gorras, kepis, lentes, escudos de aviación, etc., adquiría hasta diez de cada uno, ya que para él era un placer regalar sus cosas… Como pueden ver, mi padre era alguien con mucho amor por todo, pero con un gran desapego por lo material, por eso tan grande nuestra admiración.

La serie de fotografías de Don Tomás Montero en los Estudios Peerlees, increíbles, nos demuestran la confianza y el cariño que mi papá depositó en él.

Valió la pena la espera de este extraordinario trabajo. ¡Gracias Tomás Montero por tu valioso legado!

Las fotografías a que hace referencia Lupita Infante son parte de este blog y se pueden ver dando clic en el botón  ver publicación

(*) Lupita Infante Torrentera es hija de Don Pedro Infante, y para el equipo del Archivo Tomás Montero Torres es una gran satisfacción que nos haya enviado este cálido escrito. Bello pretexto para compartirles otra imagen del ídolo de Guamuchíl, a un par de semanas de que se conmemore su 55 aniversario luctuoso

Pedro Infante

Pedro Infante: la relevancia de unas imágenes

Hubo una época de oro en México, cuando se consideraba un país en donde las oportunidades llegaban solas, con poca competencia y con trabajo para todos; y en la que los que se aventuraban a ir más allá destacaban, consolidando sus nombres para las generaciones futuras. Pedro Infante y Don Tomás Montero fueron unos de ellos.

 

Esta serie de imágenes -captadas a Pedro Infante por Tomás Montero Torres– tienen una relevancia tremenda, porque nos describen más de lo que cualquiera pueda imaginar… Se trata de una secuencia fotográfica en los estudios “Peerless” de la avenida Mariano Escobedo #201 de la Ciudad de México, donde vemos a Pedro Infante vestido del personaje de la película “Nosotros los Pobres”, ni más ni menos que de “Pepe el Toro”, con una camiseta con bandas horizontales en color rojo y un lápiz en la oreja; en otras más lo vemos descalzo, ensayando con los músicos o recibiendo instrucciones del director de la compañía fonográfica, el señor Don Guillermo Knorhauser.

 

Pero para explicar sobre esta sesión en particular, tengo que darle un vistazo a cómo Pedro Infante llegó a grabar en dicha compañía.

Los orígenes

Pedro Infante se iniciaría como músico desde muy joven; su padre, Don Delfino Infante, era músico de profesión, por lo que a Pedro le tocaría acompañarlo en sus múltiples compromisos en una orquesta. Ya de adolescente y por ser un muchacho “coqueto” empieza a cantar para culminar sus “conquistas” a las muchachas de su localidad (Guamúchil, Sinaloa); de esta manera, el destino hará un camino a Pedro Infante para llegar a ser el artista más famoso de México y Latinoamérica.

Pedro Infante en los estudios “Peerless”

Después de una aventura hacia la capital de México, en compañía de su primera esposa María Luisa León, las oportunidades para él no se hicieron esperar: cantaría para la estación de radio XEB “El Buen Tono de la Radio” (que aún sigue transmitiéndose como la primer estación de radio vigente y más longeva de México); de ahí le darían trabajo como “Crooner” en centros nocturnos; después de algún tiempo, en 1942, realizará una prueba para grabar su primer disco en la compañía “RCA Víctor”, dos boleros llamados “Guajirita” y “Te estoy queriendo”, de los cuales se tenía planeado vender 300 copias, pero sólo se vendieron 100, lo que motivó a que fuera expulsado de la compañía “RCA”.

Un año después, a finales de octubre de 1943, Pedro Infante fue contratado para grabar en la compañía de discos “Peerless”. El director artístico era el señor Guillermo Knorhauser (de origen alemán), quien le ofreció grabar y firmar un contrato de exclusividad que duraría hasta la muerte de Pedro Infante, el 15 de abril de 1957.

Lunes 24 de marzo de 1947

Tomás Montero, reconocido fotoperiodista, se cita con Pedro Infante desde muy temprano en las instalaciones de la compañía “Peerless”, para una sesión de fotografías exclusivas. Es un magnífico día, el sol está en todo su esplendor –si ese día llueve entonces se tendrán que cancelar las grabaciones por el ruido que genera la lluvia, y que quedaría grabado en los discos de 78 rpm–. Pedro lo invita a pasar mientras Don Guillermo Knorhauser le entrega al artista las canciones que deben grabarse ese día. Pedro no conoce las melodías, pero su memoria es privilegiada, sólo repasa unos 10 o 15 minutos la letra y ya se la aprendió para toda la vida (alguna vez, en una gira por Perú, a Pedro le preguntaron si recordaba a las personas y sus nombres, sin dudar dijo que “sí”). Don Guillermo expresa lo que dirá siempre: “Trabajar con Pedro es un placer”, en tanto los músicos muestran haber ensayado tiempo atrás para el día de las sesiones; ahora sólo falta afinar y darle pequeños arreglos a las canciones para iniciar las grabaciones… Pedro ensaya otros 15 minutos con los músicos y Don Guillermo –que es el director artístico– indica qué debe cambiarse para una mejor interpretación. Por su parte, Tomás Montero no pierde ningún detalle de los sucesos, realiza tomas en todo momento: a Pedro cantando,  a Pedro hablando con Guillermo Knorhauser,  a Pedro ensayando con los músicos, a Pedro tocando el piano, a Pedro escuchando como van quedando las grabaciones, etc. Ya todos lo conocen bien, sólo bastan pocos ensayos y Pedro Infante es capaz de grabar sin jamás equivocarse.

Las melodías de ese día fueron éxitos

Ese lunes 24 de marzo de 1947 en los estudios “Peerless” resultó un día especial, a Tomás Montero le fue permitido tomar fotografías al artista mientras se grababan las canciones. En las bitácoras alguien anotó: “Hoy se tomaron fotos”. El ingeniero de sonido de esa sesión es el señor Ed. L. Baptista, quien se encuentra tras la cabina escuchando y ecualizando los sonidos (esta persona fundaría tiempo después su propia compañía de discos, “Musart”). El orden correcto de la grabación de las canciones fue así:

1.- “Mi cariñito”

2.- “Maldita sea mi suerte”

3.- “Mi consentida”

4.- “Me voy por ahí”

5.- “Ojitos morenos”

6.- “El aventurero”

7.- “Que gusto da”

8.- “La motivosa”

Algo curioso de esta sesión fue que la compañía “Peerles” perdió dos grabaciones de este día: “Que gusto da” y “La Motivosa”. De hecho, después de un tiempo nadie las recuerda, sólo permanecen escritas en las bitácoras poco legibles… Salen a la luz después de un trabajo arduo, de años de investigación que dieron fruto en los últimos tiempos, ya que se pudieron encontrar gracias a un coleccionista norteamericano que facilitó el material para su restauración.

La despedida

Ya son las 4:00 pm, por fin se termina de grabar. Pedro, contento y satisfecho, porta en su bolsillo el cheque que le dieron por la sesión, él así lo ha pedido… “A mi no me den eso de regalías, yo soy muy malo para las cuentas, mejor páguenme por mi trabajo”… Se pone su saco nuevamente y le dice a Tomás: “Por hoy se terminó, si quieres acompáñame al estacionamiento”…

 




Se dirigen a la parte trasera de los predios de la compañía “Peerless”, en donde tiene estacionado su Lincoln convertible del año en color negro. Se deja fotografiar nuevamente y Tomás Montero le realiza estupendas poses en su auto. El reloj de Pedro marca exactamente las 4:12 pm del  lunes. Finalmente, se despide con la mano de su amigo Tomás, no sin antes agradecerle el haberlo acompañado durante el día en una sesión agotadora de trabajo.

La última vez que Pedro Infante pisa los estudios “Peerless” es el día sábado 1 de diciembre de 1956, para grabar cuatro canciones.

El predio original donde se ubicaban los estudios fue vendido por sus antiguos dueños, hace más de una década, a una compañía constructora que los demolió para edificar departamentos. En cuanto a los archivos sonoros, fueron adquiridos en precio secreto por la compañía Warner Music de México.

(*) Paul Riquelme es abogado, investigador y admirador profundo de toda la vida del ídolo de Guamúchil. Está en la etapa final de la elaboración de un libro sobre Pedro Infante, donde dará a conocer anécdotas e información poco conocida del actor y cantante. En el Archivo Tomás Montero Torres agradecemos profundamente su entusiasta colaboración, para enriquecer con contenidos interesantes una parte de la cantidad de fotografías que en el acervo se conservan de esa memorable sesión de grabación.

Tomás Montero Torres, una imagen de México…

Una amistad sin sombras contrasta con las luces y sombras de la fotografía de Tomás Montero Torres (1913-1969), michoacano universal, que en esta breve muestra nos ofrece parte de su legado.

Estas imágenes forman parte de la exposición Tomás Montero Torres, una imagen de México…”, que se presentó del 9 al 18 de diciembre en la Librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, en el marco de la presentación de la serie de libros Una amistad sin sombras, que reúne el intercambio epistolar entre Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna.

Aquí pueden ver algunas escenas del montaje y del día de la inauguración, donde, entre otros, estuvo presente el maestro Hugo Gutiérrez Vega:

 

(*) La selección y notas de esta exposición estuvieron a cargo de Gerardo Ceballos, Director del Centro de Estudios, Documentación e Información del Partido Acción Nacional (CEDISPAN).

¿Serán los genes?

FALTA GALERIA

Con tanto descubrimiento científico alrededor de la maravilla genética, sabemos que no sólo heredamos cuestiones físicas de nuestros ancestros sino habilidades, gustos, gestos, anhelos… Y ahora, sumada al proyecto de rescatar y dar a conocer el archivo fotográfico de Tomás Montero Torres, mi abuelo paterno, no sólo descubro una pedazo de nuestra historia como mexicana, sino mucha similitud en gustos míos con los de él… Una de mis pasiones es el cine, ¡me encanta, desde niña! Recuerdo pasar varias horas los domingos viendo películas de Pedro Infante, Jorge Negrete, Sara García y todas las que transmitían por televisión. Y encontrarme con fotos de estos personajes en el archivo fotográfico ha sido en verdad una grata sorpresa. Entonces mi imaginación voló… ¿Cómo habrá sido su relación con ellos para que lo dejaran tomar fotos tan cercanas? ¿Cómo serían estos personajes en la vida real? Antes los famosos no eran tan “famosos”… ¿Cómo serían?  ¿En qué momento de su vida profesional mi abuelo fotografió a Pedro Infante durante una sesión de grabación de sus canciones? ¿Qué opinión tendría de él después de verlo trabajar?

Pedro Infante era una persona que caía bien, según lo que cuentan. Proveniente de familia muy humilde, e hijo de un músico, seguramente de ahí le vino (hablando de genes) su amor y pasión por la música. No sé si su papá sería guapo o de donde sacaría su físico, pero en definitiva era un galanazo.

Su primer trabajo fue como mandadero a los 11 años, más tarde aprendió el oficio de carpintero y en 1932, teniendo 15 años, entró a formar aprte de la Orquesta La Rabia, luego de la Orquesta de Don Luis Ibarra y después fue líder en la Orquesta Estrella de Mazatlán, imponiéndose así su verdadera vocación.

En 1935 se casó con María Luisa León, a quien Pedro le debió el impulso de su carrera, pues él quería viajar a la capital para ingresar al Conservatorio Nacional de Música para convertirse en un gran violinista. Recién casado anduvo durante tres años cantando en restaurantes como músico ambulante, hasta que se presentó en la XEW y consiguió su primer contrato para cantar en la radio. Le pagaban $12.50 por cada programa (en el momento cumbre de su vida artística cobraba $5.000.00 por una presentación). En aquella época aprendió a leer y a escribir para poder trabajar en cine.

Las primeras grabaciones que realizó Pedro Infante fueron los boleros Guajirita y Te estoy queriendo en el sello de la Víctor, y El durazno y Soldado raso en Peerlees. Dejó impresas en este sello 322 canciones en 14 años en que fue su artista. Sus últimas grabaciones fueron Ni el dinero ni nada y Corazón apasionado. Cobraba entonces la suma de $15.000.00 por cada disco grabado.

Aunque ahora lo recordamos como un actor bastante reconocido en nuestro cine nacional, no le fue fácil entrar a este medio, ya que era tímido y según cuentan, torpe en sus movimientos. Aunque trabajó en algunas películas previas, fue hasta su actuación en Viva mi desgracia que se convirtió inmediatamente en gran estrella del cine. Participó en 45 películas, la última fue Escuela de Rateros. Cobraba $400.000.00 por cada película.

FALTA GALERIA

Fue nominado por la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas como mejor actor en 1947, con la película Cuando lloran los valientes, en 1948 por Los tres huastecos, en 1953 por Un rincón cerca del cielo. Finalmente logra el premio de mejor actor por su actuación en la película La vida no vale nada, el 15 de junio de 1956. Durante las grabaciones de películas se sabe que era bastante sencillo, amable con sus compañeros y bastante profesional.

Hizo una gran fortuna. Construyó una pequeña ciudad en la carretera a Toluca, la Ciudad Infante, en donde albergó un verdadero ejército de parientes. Su gran debilidad fue entonces aprender a volar, llegando a tener su propio avión en 1951 y en el cual casi perece en un accidente al año siguiente, cuando viajaba con Lupita Torrentera, uno de sus grandes amores. Llegó a tener para el año de 1957 una compañía de aviación compuesta por 12 aviones. Y no usaba dobles de acción en películas como la de A toda Máquina.

En el año 1953 inició la grabación de boleros con el respaldo del mariachi, iniciativa del compositor Rubén Fuentes. El primer bolero que grabó fue Ni por favor, creando el estilo del bolero ranchero, en el cual fue su máximo exponente, sin perder nunca su humildad. Luego siguieron Cien años, Te vengo a buscar, Llegaste tarde, Tu vida y mi vida, Mira nada más, Qué te pasa corazón, Los dos perdimos, Tienes que pagar, Nuestro amor, Presentimiento, Divino tormento, Si tú me quisieras, Que murmuren, Grito prisionero, Tu amor y mi amor, Tú que más quieres, Yo te quise, entre otras. En 1955 hizo su debut en la XEW, en el programa Así es mi tierra, realizando un total de 24 presentaciones, de 12 que había programado inicialmente. Hizo en esta época innumerables giras al interior y al exterior, alcanzando la imagen de ídolo en casi todos los países de habla hispana.

Tal vez en alguna de estas grabaciones fue donde mi abuelo, el reportero gráfico Tomás Montero Torres, lo fotografió. Por la secuencia de imágenes que encontramos debió estar con él y sus músicos todo el día. Hay una foto donde ya se le ve sin zapatos y sin saco, seguro ya estaban cansados y sin embargo sigue viéndose amable, confiable…

Su debilidad hacia el sexo femenino lo llevó a ser padre de unos 20 hijos, según contaba su madre. Además de Lupita Torrentera su gran amor fue Irma  Dorantes, con quien contrajo matrimonio, el que lamentablemente fue anulado dada la legalidad que existía aún del primero con María Luisa León. Cuando la Suprema Corte le falló la anulación de este matrimonio, Pedro tomó la determinación de viajar de Mérida a México, para negociar con María Luisa el divorcio. No consiguiendo cupo en las empresas aéreas, decidió viajar como copiloto en un avión carguero de la empresa TAMSA, de la cual era socio. Al alcanzar el avión el despegue, se fue a tierra y Pedro, El ídolo de Guamúchil (mote por el cual era conocido), pereció con varias personas más, el 15 de abril de 1957.

Su sepelio fue una manifestación imponente de duelo. Un gran número de mariachis le cantaron en su tumba Amorcito corazón, para despedirlo. Hasta la fecha, Pedro Infante vive en el corazón de miles de personas que continúan sintiendo con sus canciones un inmenso cariño hacia su recuerdo.

Luego de su muerte, en el Festival de Cine de Berlín ganó el Oso de Oro al mejor actor principal actuando en la película Tizoc. Ismael Rodríguez, uno de los más reconocidos directores de la Época de Oro del cine nacional, y quien tenía como favorito para sus películas a Pedro Infante,  fue quien recibió el premio en su nombre anunciando que “lamentablemente él no está aquí para recoger este premio debido a que murió en un accidente aéreo“, lo cual causó que el auditorio se pusiera de pie guardando un minuto de silencio en su honor.

Ahora cuando vuelvo a ver las películas de Pedro Infante ya no me gustan tanto, será porque en mi edad adulta encuentro mucho de “machismo” en sus personajes e historias, pero él definitivamente me sigue pareciendo un buen actor, y muy simpático.

Me produce orgullo que mi abuelo haya tenido una vida intensa profesional y que haya fotografiado no sólo a Pedro Infante sino a diveras figuras y tantos eventos culturales, sociales y políticos de mi país. Me apena no haberlo conocido, pero me da gusto encontrar similitudes como ésta. Por cierto, yo soy Claudia, una de sus 19 nietos (sólo conoció a 4).