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Hugo Villa Smythe

Estudios CLASA

Los Estudios CLASA

Leer la lista de películas que produjo CLASA en su larga historia, es como una guía mínima del cine máximo que México realizó antes de la reciente ola de nueva producción que ha ganado laureles internacionales: “Ojos tapatíos”, “Doña Bárbara”, “El Corsario Negro”, “La barraca”, “Encadenada”, la enorme “Salón México”, “Peregrina”, “Viajera”, “Tequila” y “La tarea”, entre muchas otras. Títulos que son parte del registro emocional e imaginativo de lo que los mexicanos somos, sentimos, pensamos y, también, de lo que soñamos.

En esta colección de fotos no vemos a las grandes estrellas, que son parte de otro brillante legajo del Archivo Tomás Montero Torres, sino a los soldados de a pie en ese ejército de artesanos que contribuyen a la existencia del cine.

A pesar de lo que las tías solteronas piensan de nosotros, los profesionales que nos dedicamos al cine no trabajamos (todos) vendiendo palomitas o robándole besos a las boleteras, sino que la industria se integra por una amplia variedad de profesionales que, atrás del juego de sombras magníficas que son las películas, ponen cuidado y paciencia en la edición, corte, mezcla sonora y –antes, nostalgia aparte– en los procesos de revelado fotoquímico e impresión de negativos que, al final, cuando la lamparita parpadea a sus rigurosas veinticuatro veces por segundo, nos abren la puerta a mundos diferentes.

Estudios CLASA
Estudios CLASA

El implacable avance de la tecnología le da un valor adicional al registro que Tomás Montero dejó de esas especialidades industriales. En un mundo digital, donde millones de minutos por día se producen y suben fácilmente a toda clase de sitios web y redes sociales, el cuidado y dominio técnico que se adivina en estas fotos queda grabado para siempre.

 

 

En esos tiempos, las cámaras eran unos artefactos inmensos, construidos con acero y lámina, insonorizados con pesadas mezclas de hules, que requerían a tres o cuatro personas solo para moverlas de sitio.

Mirar a través del visor para encuadrar requería de una habilidad especial, porque las cámaras no tenían sistemas que permitieran ver exactamente el cuadro que se filmaba, sino que hacían uso de visores de paralaje.

Nuestros tiempos, veloces como un tren sin freno, permiten que editemos una película entera desde la comodidad de un escritorio, con las sencillas acciones de presionar una tecla, colocar el cursor de la computadora aquí o allá, pero en las fotos de esta colección vemos a una cortadora de negativos, una especialista en mirar los pequeños cuadros que formaban las escenas, colocar una navaja o tijera en la posición correcta, y snip-snip, cortar la imagen, dejando dentro todo lo que contaba la historia y fuera todo lo superfluo.

Por cierto, también sirven las fotos para llevar un registro de los lugares que ocupaban mujeres y hombres en esa industria ya desaparecida.

Las manos pequeñas, finas y con dedos más delgados de las mujeres se prestaban magníficamente para manipular, cortar y pegar negativos; es así que la mayoría de las mujeres que trabajaron en ese tiempo lo hacían en los laboratorios o los cuartos de edición.

 

Los hombres, a quienes la sociedad de la época consideraba más fuertes, se encargaban de las pesadas máquinas de rodaje y de los brutos, reflectores enormes que recibieron ese nombre precisamente porque su tamaño y peso requería de mucha fuerza bruta para cargarlos.

 

Así, las fotos nos enseñan también una estratificación social, basada en roles tradicionales desempeñados por cada sexo, que afortunadamente hoy han sido desbordados por una realidad en la que las mujeres aceptan y dominan gustosas las actividades que requieren fuerza bruta.

Esta parte de la colección amplísima de fotos que dejó tras de sí Tomás Montero es un magnífico testimonio de la existencia de esos que somos los que trabajamos en el cine, recuerdos del mismo cartón-piedra con el que jugamos a reconstruir al mundo.

 

De nosotros no queda más que un titubeante parpadeo en la fugacidad del espíritu humano, una sonrisa, una lágrima, un recuerdo y aquí, pruebas tangibles de que existimos; pero de ellos, de los que aparecen en estas fotos, ha quedado un registro permanente que les sirve de homenaje.

 

(*) Hugo Villa Smythe ha estado involucrado en el medio cinematográfico desde la edad de 12 años, tanto detrás de cámaras como productor y promotor. Su trayectoria incluye documentales, así como producciones de carácter educativo o industriales, tanto nacionales como internacionales. Se ha desempeñado como subdirector del Instituto Mexicano del Cine. Actualmente es productor del Festival Internacional de Cine de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, cuyos ejes rectores son Identidad, Sociedad y Medio Ambiente. Para el equipo del Archivo Tomás Montero Torres es un gran honor tenerlo como colaborador para ahondar en torno a los emblemáticos estudios cinematográficos CLASA.

Luis Mario Cayetano Spota Saavedra Ruotti Castañares

“El niño terrible de los medios”

Luis Mario Cayetano Spota Saavedra Ruotti Castañares, quien llegaría a trascender en prensa, radio, televisión, cine y literatura tan sólo como Luis Spota, partió de este mundo hace justo 29 años: el 20 de enero de 1985. Su precoz incursión al universo de los medios en el México de finales de los años cuarenta es el mejor ejemplo de lo que una afición temprana por la lectura puede llegar a inspirar. Se sabe que alentado por su padre, un inmigrante italiano asentado en la Ciudad de México, tuvo una infancia acompañada por las historias del francés Jules Verne y del compatriota paterno Emilio Salgari, entre otros. Aunque las vicisitudes económicas familiares lo empujaron pronto a “ganarse la vida”, mostró desde el principio un arrojo para destacar y lo mismo quiso ser torero que boxeador, afición ésta última que lo llevaría a presidir la Comisión de Box y Lucha del Distrito Federal, para más tarde ser presidente fundador del Consejo Mundial de Boxeo. Pero su vocación primera era encontrar historias, narrarlas y crearlas, utilizando para ello todas las posibilidades a su alcance.

Con seguridad sin duda envidiable, convenció a Regino Hernández Llergo, director de la revista “Hoy”, para que lo aceptara como realizador de entrevistas a la temprana edad de 14 años. Su audacia para conseguirlas marcó lo que sin duda fue una trayectoria brillante y sin tapujo alguno, ya que se desempeñó como fotógrafo, columnista, editor, locutor de radio y de televisión, guionista y director de cine, dramaturgo, poeta y novelista, cosechando premios y reconocimientos prácticamente en todos los ámbitos; lo mismo que el apodo de “el niño terrible de Bucareli”, durante el periodo de 1943 a 1944, por conseguir por 43 días consecutivos la nota de 8 columnas de Las Últimas Noticias de Excélsior, periódico con sede en esa calle.

 

Una intensidad por la narrativa -sustentada en la curiosidad, la cercanía con las esferas de poder lo mismo que por una observación detallista de la vida cotidiana, cuyos lados ásperos él mismo había padecido de niño- y gracias a la cual su legado periodístico, literario y fílmico es vehemente y vasto.

 

Publicó su primera novela, “De la noche al día”, a la edad de 20 años y todavía un año después de morir se publicaría de forma póstuma “Días de poder”, quedando inconclusa “Historia de familia”. Tan sólo esta referencia a una de sus pasiones pudiera bastar para imaginar su capacidad de entrega y una facilidad nata para reconocer y usar los distintos lenguajes que emanan de cada medio.

Hoy, para recordarlo, compartimos estos retratos hechos por Tomás Montero Torres a una edad temprana de Spota, en años donde sin duda coincidieron, ya que el fotorreportero también colaboró en los cuarenta y cincuenta para las revistas Hoy, Mañana y el periódico Excélsior, entre muchas otras publicaciones de la época. La mirada de Luis ya denotaba el entusiasmo que le caracterizaría a lo largo de la vida…

Ratón Macías, hijo del barrio

A los ocho años vendía periódicos, boleaba zapatos y cargaba los guantes de sus hermanos mayores. Sus padres llegaron de Guanajuato a la Ciudad de México, él nació en Héroes de Granaditas 119, en Tepito, un 28 de julio de 1934. Con pocas peleas de amateur llamó la atención lo suficiente como para ser seleccionado en 1950 durante los Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en Guatemala. En Argentina, durante los Panamericanos trajo medalla de bronce y fue a Helsinki, a las Olimpiadas, donde fue derrotado por el soviético Gennady Garbuzov, en una polémica decisión, en la que todo México consideró un robo para el Ratón. Cuando regresó a México, el aeropuerto estaba repleto de gente que lo fue a recibir como si se tratara de un medallista de oro. El apodo fue por su tamaño y velocidad para escapar de los gandallas y sus ataques, lo vio Pepe Hernández que era mánager en el gimnasio de los baños Gloria, donde le pusieron el apodo. “Parece un ratoncito y es bueno para no dejarse pegar”, decían. Lució en los guantes de oro en 1948; también ganó el campeonato del DF en peso mosca. Otra versión de su apodo narra que fue Adolfo “El Negro” Pérez, quien le dio el sobrenombre. “El Negro”, ex mánager de Vicente Saldívar y ayudante de Don Pancho Rosales, lo bautizó como “Ratón”, porque se pasaba por las piernas de los que hacían guantes. La versión del propio Macías, dice: “Había un peso completo que pesaba 120 kilos y yo tenía que saltar para pegarle. Era muy lento y me le metía por debajo de las piernas y le daba sus nalgadas. Mis mánagers decían, mírelo, si hasta parece un ratón.”

Ganó su primer campeonato el 17 de octubre de 1953, luego de vencer por puntos a Beto Couray por el título nacional mexicano de peso gallo. Royal Crown Cola, un refresco que venía a hacer competencia, tenía una  promoción en la que usaba al Ratón:  había botellas que tenían premio en la tapa, bajo el corcho algunas tenían la leyenda: “Ratón paga.” Llegó a ganar 100 mil pesos por combate.

Es febrero de 1959, estamos en la Arena México, el Ratón se ha impuesto después de diez rounds, a Ernesto Parra. El Ratón Macías toma el micrófono y anuncia su retiro. A la semana muere su madre, el pretexto por el que decidió retirarse de los encordados, ya que sufría de fuertes depresiones cada vez que su hijo subía al ring.

“Le prometí a mi jefecita que me iba a retirar para que estuviera tranquila y a la semana que anuncié el adiós, dejó de existir.”

Antes de que existiera la venta de boletos por teléfono o Internet, 1954, el Ratón vendió en sólo dos horas 55 mil boletos para su pelea contra Nate Brooks. Ese día llovió, como casi todos los días épicos, y México estrenaba campeón gallo de Norteamérica. En 1955 conquistó el título mundial gallo de la NBA, al noquear al tailandés Chamroen Sonkitrat, en el Crow Palace de San Francisco. Su regreso a la Ciudad de México provocó un tumulto en el aeropuerto, cientos de policías tuvieron que rescatar al ídolo de México, su vehículo fue escoltado por motociclistas hasta su casa en Héroes de Granaditas, invadida por alrededor de 10 mil fanáticos que gritaban su nombre y celebraban con baile, mariachi, Ron Potrero y Cerveza Caballito, patrocinadores del festejo.

Es apenas el tercer round. Billy Peackok vs El Ratón. Los radios de todo el país se encuentran encendidos y todos sintonizados en la misma frecuencia, las abuelitas han prendido veladoras a los pies de la Virgen de Guadalupe y se mantienen cerca de ellas, con las manos juntas, rezando para que Ratón salga de esta pelea con el puño arriba. Es 16 de junio de 1955. Peackok ha insistido con ganchos de izquierda sobre la mandíbula del mexicano. El hombre de raza negra se nota superior sobre el ring. Al Ratón le gusta bailar. No tiene otro vicio. Deporte, familia y baile. A las nueve de la noche ya está en casa, para levantarse a las cinco y entrenar. Sus lugares preferidos para bailar son el Fénix, Los Ángeles, El Chamberí, El Antillano y El Pabellón, a los que asiste un día por semana a cada uno, para ayudarse a mantener el peso. Un danzón está dedicado en su honor: “Este es el danzón que le gustó al Ratón”. Estamos en el tercer round, la quijada del Ratón ha sido masacrada con una zurda violenta que ya lo ha mandado a la lona y lo tiene contra las cuerdas. Tuvo una carrera corta, de sólo 40 peleas, se codeó con personajes como Pedro Infante, María Félix, Cantinflas y Agustín Lara. “Fue el único que estuvo cerca de mí el día en que me llevaron a la cárcel… Me trajo de comer”, cuenta el presidente del Consejo Mundial de Boxeo, José Sulaimán. Es el tercer round, ya ha caído el Ratón, se puso de pie y el referí limpió los guantes y le autorizó seguir. Falleció el 23 de marzo de 2009 víctima del cáncer de próstata. Su último adiós en la Basílica de Guadalupe, al igual que sus combates, fue atestiguado por miles de seguidores. Tras el retiro, el Ratón estudió actuación en la academia de Andrés Soler y protagonizó “El Ratón”.

Hizo otras cinco películas. También se dedicó a la política: fue diputado federal suplente. En 1966 ocupó varios puestos en el Comité Ejecutivo N

acional del PRI y fue secretario del Deporte en el DDF. La izquierda de Peackok ha conectado tres veces más. El ratón tira golpes rápidos abajo, tratando de bajarle la velocidad y fuerza a su rival que, agazapado en su guardia, espera el momento de atacar; cuando lo hace el Ratón cae con la mandíbula rota en tres pedazos. Cae y el referí cuenta mientras el ídolo yace en posición fetal. Le cuentan. Ese día perdió el invicto y México entero lloró.

A pesar del descalabro, unos diez mil seguidores fueron a recibirlo al aeropuerto. Macías apenas esbozó una sonrisa. “Todo se lo debo a mi mánager y a la Virgencita de Guadalupe.”

(*) Adrián Román es un poeta vigoroso, además de un cronista nato de los lugares recónditos y poco accesibles, tanto de la Ciudad de México como de otras geografías. Su prosa rítmica, atractiva y certera acompaña en esta ocasión a una serie de fotografías que Tomás Montero Torres le tomó a este vertiginoso boxeador, en 1954. En el Archivo Tomás Montero Torres nos sentimos muy honrados de contar con su colaboración, que nos contagia de energía y frescura.

Mario Moreno “Cantinflas”, 100 años del gran mimo de México

Fue Mario Moreno Reyes un gran comediante de la historia mexicana, quien dio vida a “Cantinflas”, personaje histórico surgido en los años 30, el cual nos dejó un gran legado de historias, películas, series animadas, frases y millones de sonrisas en cada uno de los rostros de quienes alguna vez lo vimos y lo seguimos viendo en sus numerosas participaciones.

Identificarlo es fácil y grato, ¿cómo no acordarnos de ese único y característico estilo despreocupado? Ese personaje de barrio de origen arrabalero y su caracterización tan peculiar, que adoptó de la imagen del “Chupa milpas”, muy popular en las tiras cómicas de aquel entonces, con un aspecto descuidado, camiseta larga, desgastado pantalón a punto de caer, que por cinturón usaba un mecate, por corbata un paliacate y al hombro un trapo al que llamó “mi gabardina”.

Su carrera es reconocida por el  talento nato que poseía “el comediante de México”. Comenzó su carrera artística desde muy pequeño, dejando claro que era una persona audaz, ya que a los 16 años escapó de su hogar para comenzar su gran aventura. Pasó por el ejército nacional fingiendo ser mayor de edad, para después incorporarse al teatro en Ciudad Juárez y, desde entonces, él anhelaba que su vida estuviera llena de fama y triunfos en los escenarios, sin imaginarse que hoy sería toda una leyenda.

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¿Serán los genes?

FALTA GALERIA

Con tanto descubrimiento científico alrededor de la maravilla genética, sabemos que no sólo heredamos cuestiones físicas de nuestros ancestros sino habilidades, gustos, gestos, anhelos… Y ahora, sumada al proyecto de rescatar y dar a conocer el archivo fotográfico de Tomás Montero Torres, mi abuelo paterno, no sólo descubro una pedazo de nuestra historia como mexicana, sino mucha similitud en gustos míos con los de él… Una de mis pasiones es el cine, ¡me encanta, desde niña! Recuerdo pasar varias horas los domingos viendo películas de Pedro Infante, Jorge Negrete, Sara García y todas las que transmitían por televisión. Y encontrarme con fotos de estos personajes en el archivo fotográfico ha sido en verdad una grata sorpresa. Entonces mi imaginación voló… ¿Cómo habrá sido su relación con ellos para que lo dejaran tomar fotos tan cercanas? ¿Cómo serían estos personajes en la vida real? Antes los famosos no eran tan “famosos”… ¿Cómo serían?  ¿En qué momento de su vida profesional mi abuelo fotografió a Pedro Infante durante una sesión de grabación de sus canciones? ¿Qué opinión tendría de él después de verlo trabajar?

Pedro Infante era una persona que caía bien, según lo que cuentan. Proveniente de familia muy humilde, e hijo de un músico, seguramente de ahí le vino (hablando de genes) su amor y pasión por la música. No sé si su papá sería guapo o de donde sacaría su físico, pero en definitiva era un galanazo.

Su primer trabajo fue como mandadero a los 11 años, más tarde aprendió el oficio de carpintero y en 1932, teniendo 15 años, entró a formar aprte de la Orquesta La Rabia, luego de la Orquesta de Don Luis Ibarra y después fue líder en la Orquesta Estrella de Mazatlán, imponiéndose así su verdadera vocación.

En 1935 se casó con María Luisa León, a quien Pedro le debió el impulso de su carrera, pues él quería viajar a la capital para ingresar al Conservatorio Nacional de Música para convertirse en un gran violinista. Recién casado anduvo durante tres años cantando en restaurantes como músico ambulante, hasta que se presentó en la XEW y consiguió su primer contrato para cantar en la radio. Le pagaban $12.50 por cada programa (en el momento cumbre de su vida artística cobraba $5.000.00 por una presentación). En aquella época aprendió a leer y a escribir para poder trabajar en cine.

Las primeras grabaciones que realizó Pedro Infante fueron los boleros Guajirita y Te estoy queriendo en el sello de la Víctor, y El durazno y Soldado raso en Peerlees. Dejó impresas en este sello 322 canciones en 14 años en que fue su artista. Sus últimas grabaciones fueron Ni el dinero ni nada y Corazón apasionado. Cobraba entonces la suma de $15.000.00 por cada disco grabado.

Aunque ahora lo recordamos como un actor bastante reconocido en nuestro cine nacional, no le fue fácil entrar a este medio, ya que era tímido y según cuentan, torpe en sus movimientos. Aunque trabajó en algunas películas previas, fue hasta su actuación en Viva mi desgracia que se convirtió inmediatamente en gran estrella del cine. Participó en 45 películas, la última fue Escuela de Rateros. Cobraba $400.000.00 por cada película.

FALTA GALERIA

Fue nominado por la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas como mejor actor en 1947, con la película Cuando lloran los valientes, en 1948 por Los tres huastecos, en 1953 por Un rincón cerca del cielo. Finalmente logra el premio de mejor actor por su actuación en la película La vida no vale nada, el 15 de junio de 1956. Durante las grabaciones de películas se sabe que era bastante sencillo, amable con sus compañeros y bastante profesional.

Hizo una gran fortuna. Construyó una pequeña ciudad en la carretera a Toluca, la Ciudad Infante, en donde albergó un verdadero ejército de parientes. Su gran debilidad fue entonces aprender a volar, llegando a tener su propio avión en 1951 y en el cual casi perece en un accidente al año siguiente, cuando viajaba con Lupita Torrentera, uno de sus grandes amores. Llegó a tener para el año de 1957 una compañía de aviación compuesta por 12 aviones. Y no usaba dobles de acción en películas como la de A toda Máquina.

En el año 1953 inició la grabación de boleros con el respaldo del mariachi, iniciativa del compositor Rubén Fuentes. El primer bolero que grabó fue Ni por favor, creando el estilo del bolero ranchero, en el cual fue su máximo exponente, sin perder nunca su humildad. Luego siguieron Cien años, Te vengo a buscar, Llegaste tarde, Tu vida y mi vida, Mira nada más, Qué te pasa corazón, Los dos perdimos, Tienes que pagar, Nuestro amor, Presentimiento, Divino tormento, Si tú me quisieras, Que murmuren, Grito prisionero, Tu amor y mi amor, Tú que más quieres, Yo te quise, entre otras. En 1955 hizo su debut en la XEW, en el programa Así es mi tierra, realizando un total de 24 presentaciones, de 12 que había programado inicialmente. Hizo en esta época innumerables giras al interior y al exterior, alcanzando la imagen de ídolo en casi todos los países de habla hispana.

Tal vez en alguna de estas grabaciones fue donde mi abuelo, el reportero gráfico Tomás Montero Torres, lo fotografió. Por la secuencia de imágenes que encontramos debió estar con él y sus músicos todo el día. Hay una foto donde ya se le ve sin zapatos y sin saco, seguro ya estaban cansados y sin embargo sigue viéndose amable, confiable…

Su debilidad hacia el sexo femenino lo llevó a ser padre de unos 20 hijos, según contaba su madre. Además de Lupita Torrentera su gran amor fue Irma  Dorantes, con quien contrajo matrimonio, el que lamentablemente fue anulado dada la legalidad que existía aún del primero con María Luisa León. Cuando la Suprema Corte le falló la anulación de este matrimonio, Pedro tomó la determinación de viajar de Mérida a México, para negociar con María Luisa el divorcio. No consiguiendo cupo en las empresas aéreas, decidió viajar como copiloto en un avión carguero de la empresa TAMSA, de la cual era socio. Al alcanzar el avión el despegue, se fue a tierra y Pedro, El ídolo de Guamúchil (mote por el cual era conocido), pereció con varias personas más, el 15 de abril de 1957.

Su sepelio fue una manifestación imponente de duelo. Un gran número de mariachis le cantaron en su tumba Amorcito corazón, para despedirlo. Hasta la fecha, Pedro Infante vive en el corazón de miles de personas que continúan sintiendo con sus canciones un inmenso cariño hacia su recuerdo.

Luego de su muerte, en el Festival de Cine de Berlín ganó el Oso de Oro al mejor actor principal actuando en la película Tizoc. Ismael Rodríguez, uno de los más reconocidos directores de la Época de Oro del cine nacional, y quien tenía como favorito para sus películas a Pedro Infante,  fue quien recibió el premio en su nombre anunciando que “lamentablemente él no está aquí para recoger este premio debido a que murió en un accidente aéreo“, lo cual causó que el auditorio se pusiera de pie guardando un minuto de silencio en su honor.

Ahora cuando vuelvo a ver las películas de Pedro Infante ya no me gustan tanto, será porque en mi edad adulta encuentro mucho de “machismo” en sus personajes e historias, pero él definitivamente me sigue pareciendo un buen actor, y muy simpático.

Me produce orgullo que mi abuelo haya tenido una vida intensa profesional y que haya fotografiado no sólo a Pedro Infante sino a diveras figuras y tantos eventos culturales, sociales y políticos de mi país. Me apena no haberlo conocido, pero me da gusto encontrar similitudes como ésta. Por cierto, yo soy Claudia, una de sus 19 nietos (sólo conoció a 4).