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Iván Alberto Hernández Cortés

Los anónimos

Fue una tarde en el departamento de Silvia -Directora de Conservación del Archivo Tomás Montero Torres– mientras revisábamos las reprografías de los negativos, cuando apareció esta foto, casi de inmediato enmudecí. Elva y July (**)  por un momento dejaron de hacer lo que estaban haciendo y postraron sus ojos en la imagen que proyectaba el cañón desde la computadora; era apenas mayo del 2014, o eso creo, de la fecha no estoy tan seguro. Lo que recuerdo es que el tiempo corría deprisa por diversos motivos personales y de trabajo en cada uno de nosotros.

Ese día todos coincidimos en que se trataba de una gran fotografía, quizá una de las mejores que se hayan tomado dentro del fotoperiodismo mexicano. Intencionada o accidental, es una gran imagen: capta la  manera intempestiva en que se atraviesa un fotógrafo delante del sujeto de interés que intentaba retratar Tomás Montero: un soldado con su uniforme negro, en su mano izquierda porta una ametralladora mientras usa una máscara antigas; tal vez observa a Montero mientras realiza la foto.

Su mano derecha lleva un anillo que brilla lo suficiente para quedar registrado en el negativo de 35mm, al fondo un camión con soldados contrasta con los tonos que se hacen presentes en la toma. Del fotógrafo sólo se puede reconocer una parte de su rostro: su oreja, su ceño fruncido y la frente amplia que se conjugan con el efecto del “barrido” que la cámara registró. Es difícil reconocer a cada uno de los sujetos presentes, la insignia  del camión tampoco se hace visible a  simple vista, los otros cuatro individuos sentados dentro del camión se pierden en las sombras… Nadie es reconocible, sólo se sabe quién fue el autor de dicha imagen: Tomás Montero Torres.

¿Qué es lo que está ocurriendo en esa foto? Por sí sola la imagen no proporciona más información de la que observamos con nuestros propios ojos, hay que seguir por otro camino, ya que en su momento la fotografía no fue publicada en La Nación ni en ningún otro periódico. A más de sesenta años, los hechos que giran alrededor de la imagen no parecen tan distantes. Fue la tarde del 7 de julio, un día después de los comicios presidenciales de 1952, que ocurrieron hechos de violencia en la capital mexicana. El país había vivido una reñida campaña electoral que enfrentaba a los candidatos: Efraín González Luna del Partido Acción Nacional (PAN) en alianza con Fuerza Popular (FP); Vicente Lombardo Toledano al frente del Partido Popular (PP); Miguel Henríquez Guzmán por la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM); y Adolfo Ruiz Cortines por el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

De acuerdo con la prensa, las elecciones se llevaron en “calma” , los candidatos pudieron emitir sus respectivos votos sin contratiempos y la seguridad estuvo a cargo de ejército, que hacía revisiones votante por votante con el fin de evitar hechos violentos. Miguel Henríquez, General retirado del Ejército mexicano, había pretendido contender desde 1946, pero una “discusión” con Ávila Camacho lo disuadió de seguir por ese camino, o al menos así lo relata Lázaro Cárdenas en sus memorias. Al final, fue Miguel Alemán el elegido ese año para darle continuidad al proyecto institucional de la Revolución mexicana, todo bajo un nuevo esquema de partido, una de las tantas razones por las que surgió el PRI.

Henríquez causaba polémica, se le relacionaba con el círculo íntimo del ex presidente Cárdenas, al tiempo que la prensa hacía pública su labor castrense durante el levantamiento armado de Saturnino Cedillo en contra del propio Cárdenas en su época en la Presidencia -según Excélsior, él había ordenado la ejecución de Cedillo-; también se le acusaba de no ser mexicano. Los estudiantes del Politécnico simpatizaban con Henríquez, dentro del sector obrero provocaba opiniones encontradas, tenía presencia en las zonas campesinas del centro-norte del país.

La izquierda se hallaba dividida, pero se aseguraba que algunos militantes del Partido Comunista Mexicano (PCM) votarían por él, o por lo menos una parte de la izquierda partidista, ya que otro tanto se hallaba en la clandestinidad o concentrada en algunas agrupaciones que habían surgido después de la crisis que sufrió el PCM en 1947 y que terminaría por fraccionarlo. De hecho casi desaparece, su principal pecado: haber apoyado la campaña de Miguel Alemán en 1946. Las Normales y sus Federaciones Estudiantiles surgidas durante el Cardenismo habrán de elegir la clandestinidad frente a este nuevo escenario.

Henríquez y su campaña avanzaban. La del PAN también, su presencia era fuerte entre los campesinos de la zona del Bajío y Jalisco, además de contar con el apoyo de los católicos. Sólo Toledano parecía naufragar en la aventura por la silla presidencial. La CTM apoyaba a Ruiz Cortines, académicos y estudiantes de la UNAM también se pronuncian a su favor. Los maestros del sector público se hallaban divididos, algunos lo apoyarán, otros más diluyen sus votos entre los contendientes. Los burócratas votan por el PRI, en apariencia son un bloque durante estas elecciones.

A las 9 de la mañana del día 7 de julio de 1952, los periódicos capitalinos hablaban de “las elecciones más pacíficas que había tenido México en 50 años”. Hacía las 12 del día la FPPM daba como vencedor a Henríquez y a las 2 de la tarde el PRI proclamaba su victoria; de esto deja constancia Montero en su Diario de un fotorreportero. La FPPM llamaba, invitaba, a sus seguidores a acudir a la “fiesta de la victoria” ese mismo día a las siete de la noche. Su sede se encontraba muy cerca de la Alameda, por lo que el evento estaba planteado a realizarse en dicho lugar. Por otra parte, mientras el PRI daba a conocer su triunfo, el Departamento Central del Distrito Federal comunicaba que la concentración de la FPPM no estaba permitida, por lo que la policía estaba autorizada para disolver cualquier acto que no estuviese aprobado.

Hacía las 6 de la tarde, según Montero Torres y la prensa de la época, comenzaron una serie de desmanes promovidos por “individuos” que se infiltraron en la convocatoria del evento de la FPPM, quienes además, de acuerdo con el parte que la policía da a los reporteros, se hallaban ya bajo la influencia de sustancias alcohólicas, por lo que fue necesaria la intervención de la policía y el ejército. Durante horas se escenificó una auténtica batalla campal en las calles aledañas a la Alameda: algunas tanquetas del Ejército fueron quemadas, los gases lacrimógenos se esparcieron desde Donato Guerra y Avenida de la Reforma hasta la Alameda.

Soldados, “guaruras”, agentes secretos y granaderos forman parte de esta batalla. Se rumora que hay disturbios en otras ciudades, que hay sectores del Ejército dispuestos a levantarse en armas. Miguel Alemán declaró que se debía mantener el orden  y que no que se permitiría ningún hecho de violencia que dañase el proceso electoral. Lo cierto es que como resultado de la gresca hay un número de muertos que oscila de los siete a los tres, más de treinta heridos y muchos detenidos, algunos hablan de doscientos; publican sus nombres, sus fotos. Al final fueron estudiantes, campesinos, gente que transitaba por la calle y hasta niños, de acuerdo con el diario escrito por Tomás Montero. El Politécnico declaraba que investigaría a los estudiantes que participaron en los hechos, con el fin de expulsarlos de la institución en caso de hallarlos culpables de los actos violentos. A Henríquez se le obliga a abandonar la escena pública, retiro forzoso hasta el día de su muerte; algunos de sus partidarios son encarcelados, sólo queda el registro de sus nombres en los periódicos.

Montero se pregunta: Qué raro que no hubiese policías o soldados lesionados o heridos después de la larga tarde en que se reprime a los henriquistas… Al final todos quedan anónimos en las fotos de aquel día, lo que no queda anónimo son los hechos que relatan y testifican sus fotos.

(*) Iván Alberto Hernández Cortés está en proceso de titularse como Historiador por la UNAM.

(**) Tanto Iván como Elva Peniche, Elena Rojas Parra, María José Crespo, Julieta Sánchez Montero y Silvia Sánchez Montero integraron el equipo de investigación, clasificación y digitalización que coordinó la Doctora Laura González Flores, curadora de la exposición “Hacia los márgenes: Tomás Montero Torres, fotógrafo de oposición”, misma que podrá verse en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco hasta marzo de 2015.

La importancia de compartir

Hace poco más de dos años iniciamos este blog con el propósito de ir dando a conocer parte de las imágenes que vamos rescatando. En ese entonces todavía no teníamos una idea clara de la cantidad de negativos que había dejado nuestro abuelo, Tomás Montero Torres. Habíamos conseguido la primer beca que otorga el Fonca para la recuperación de Archivos Históricos, y los únicos datos para esbozar la tarea que nos esperaban eran unos listados ordenados que daban cuenta de poco más de 18 mil negativos. Inexpertas aún en estos temas, calculábamos entonces que, con el resto de los negativos agrupados en sobres, más los que se hallaban aún cajas, latas y cilindros metálicos, podrían ser alrededor de 30 mil negativos. Así se lo dijimos al Fonca en nuestro proyecto participante…. ¡Que lejos estábamos de la cifra final! Ahora sabemos que son más de 86 mil negativos, y conforme los vamos develando (con la limpieza y digitalización a cargo de Silvia), nos sorprendemos de la mirada de Tomás Montero, los lugares por dónde anduvo, su acercamiento a las personas, su tacto para los temas difíciles…

Aunque los dos años de beca concluyeron hace tiempo –y el blog era parte de los acuerdos– decidimos continuar con esta tarea de divulgación porque las satisfacciones paralelas han sido grandes y especiales: la gente que hemos conocido, los proyectos que surgen… Este esfuerzo lo hemos continuado también en el Facebook (esta es la liga, por si desean explorarla), y por diversas razones ahí publicamos fotografías diferentes a las del blog, donde hemos tenido la fortuna de otras coincidencias.

En el caso de este blog, hemos descubierto que, al compartir imágenes, de pronto los lectores a su vez nos comparten información que enriquece el contenido propio de la cada fotografía. Ahora que vamos a retomar con frecuencia el blog, queremos iniciar esta nueva fase agradeciendo las valiosas aportaciones de varios lectores. Claro, ¡es una invitación a que continúen siendo tan generosos como hasta ahora!

 

Maudelle Bass Weston
Maudelle Bass Weston

Próspero Morales Martínez nos contó que la mujer que aparece de perfil en esta imagen es la bailarina afroamericana Maudelle Bass Weston, quien fue modelo de Diego Rivera y del fotógrafo Edward Weston. En efecto, Maudelle (1908–1989), fue una reconocida bailarina afroamericana, primera mujer de color en estudiar con el coreógrafo Lester Horton.

 

Con respecto al nacimiento del volcán Paricutín, el 20 de febrero de 1943, Alfonso Flores, Presidente de la Sociedad Mexicana de Estudios Aeronáuticos Latinoamericanos, A.C., nos compartió: “Sin duda el nacimiento del Paricutín fue todo un suceso a nivel mundial ya que despertó diversas expresiones y curiosidad. Igor Sikorsky, diseñador y constructor de helicópteros trajo al país en julio de 1945 uno de sus nuevos modelos (Sikorsky R-6A) con la finalidad de estudiar el comportamiento del aparato en condiciones extremas y para facilitar el trabajo de una misión científica, aprovechando la oportunidad para dar rienda suelta a una de sus pasiones; las montañas y los volcanes. De igual manera, Harry Truman, presidente de los Estados Unidos, durante la primer visita oficial de un mandatario de esa nación a México en 1947, sobrevoló el volcán para admirar el inusual espectáculo”.

 

"Al mal tiempo buena cara”
“Al mal tiempo buena cara”

Alejandro Noriega nos compartió una agradable sorpresa que se llevó una tarde: “Acabo de encontrar por casualidad una fotografía de mis abuelos que se llama “Al mal tiempo buena cara”; es curiosa la situación de haber encontrado una foto de hace 60 años que no era de la familia. La encontré casualmente en una publicación de la revista Quo.
Quisiera preguntar si podría conseguir una copia en medios electrónicos para distribuirla en la familia.
Fue una agradable sorpresa.”

 

Gral Lazaro Cardenas
Gral Lazaro Cardenas

Por su parte, José Antonio Aspiros Villagómez efectuó una verdadera reseña de modas, inspirado en una imagen del General Lázaro Cárdenas en la puerta de un avión de Mexicana de aviación: “Gran fotografía ésta del maestro Montero, hasta para una revista de modas: el modelo era –con el debido respeto– la figura del momento, con pantalón holgado, saco ceñido, solapa ancha, corbata muy corta y copa del sombrero con forma de labios. Sólo faltó el calzado”.

 

Fernando Leal
Fernando Leal

Desde Italia, donde radica, Fernando Leal Audirac nos escribió al respecto de unas fotografías sobre su padre: “Acabo de ver completo el archivo que tienen sobre los frescos guadalupanos, resulta evidente que fue su abuelo el fotógrafo cuyas fotos se utilizaron en el libro de Islas García, “Las pinturas guadalupanas de Fernando Leal”, ed. Anáhuac, 1949. También, la foto de mi padre pintando aparece en el libro de Viginia Stewart, “45 Contemporary Mexican Artists”, de esa misma época. Por último, les aclaro que los dibujos, al final de la presentación, no son de los frescos guadalupanos, sino anteriores, representan la cabeza de Cristo en el fresco de “La visión de Santo Domingo de Guzmán”, San Luis Potosí, 1946. El modelo del Cristo antes mencionado fue Jesús Mejía Viadero, un distinguido intelectual de San Luis. Mientras que de los ángeles de “La primera Aparición”, en el ciclo guadalupano, la modelo femenina de ambos fue Gwen Roberts”.

 

Ana Mansilla Amiga, nos aclaró que los perros que aparecen en estas imágenes son:
”el pequeño, parado mientras cose y recostado junto a ella es un French Poodle; el que posa junto a ella y su busto, en el jardín, es un “moloso” pero difícil de distinguir. Se sabe que tanto ella como el “Indio” Fernández fueron criadores de Bull Terrier Inglés, pero no sale con alguno en las fotografías”.

 

Jorge Carreño
Jorge Carreño

Rene Manning Duarte de Hermosillo, Sonora, recordó con este retrato: “Jamás imaginé que me fuera a encontrar esta página. Mi emoción no cabe en este espacio donde habito, y mis ojos se nublaron al ver las fotos de Jorge. Recordé de inmediato cuando lo conocí en 1966 en la Colonia Roma, Ciudad de México, estaba invitado a comer por mi madre y después platicó conmigo. Le mostré lo poco o mucho que hacía a mis escasos 16 años y al siguiente día llegó por mí en la tarde. Me invitó a ir con él a su casa a terminar una caricatura y me mostró su estudio, y yo, prudentemente, bajé al primer piso de su casa y me senté en la sala observando algunas pinturas que él había pintado, como aquel detalle de la última cena. Nos fuimos en su auto de nuevo y llegó a el periódico El Universal a dejar su cartón que era de diario. De ahí nos fuimos a Arte y Material y me invitó a conocer la tienda en Ayuntamiento; me quedé tan sorprendido porque todo aquel material que yo veía era un deleite, preguntó qué necesitaba yo y con pena le dije que nada. Claro que él no se la creyó y tomó un carrito como esos del súper y comenzó a poner material dentro de él. No me di cuenta y echó un proyector de cuerpos opacos y hasta una mesa de dibujo con su banco me compró de regalo y ¡¡aún los conservo!! No puedo evitarlo, pero las lágrimas me brotan como agua al recordar todos momentos con sus detalles que tuvo conmigo. Después de salir de Arte y Material me llevó a la calle de Uruguay No.5 en el mero Centro y me invitó a subir a ese edificio de 4 pisos y yo la verdad ignoraba donde estábamos, hasta que llegamos a la dirección y una señora, la directora, nos atendió saludando a Jorge con tanto cariño, que se notó en todos desde que entramos al primer piso por aquel viejo montacargas. Cual sería mi mayor sorpresa que me llevó a la Escuela Libre de Arte y Publicidad porque me había inscrito él mismo en ella. Nunca terminaré de agradecerle este enorme detalle y créanme que adoro a este gran dibujante como si hubiera sido parte de mi familia, era un gran caballero y fina persona. Lo extraño, pero conservo muchas cosas de aquel material que él me compró para iniciar mis estudios como dibujante publicitario en aquel año de 1967. Jorge Carreño será siempre bien recordado, se lo ganó a pincel y pluma, con tinta y colores, con amabilidad, bondad y don de una gran persona”.

 

Una serie de imágenes de Pedro Infante nos acercaron dos fuentes, ambas muy generosas y cercanas al ídolo. Por parte de Amellali Landa, supimos “a causa de esta publicación encontramos una fotografía donde se encuentran dos personas espectaculares en mi vida: Pedro Infante y mi bisabuelo Jesús Salazar Loreto, quien acompaño a Pedro I. en gran parte de su trayectoria musical. Esperamos, yo y mi familia, sigan descubriendo maravillas del pasado”. En efecto, su bisabuelo es el trompetista con quien Pedro hace unas anotaciones en las partituras, y a quien se recuerda cariñosamente como “la trompeta más alegre de Sinaloa”.

Con relación a la misma serie Paul Riquelme, admirador y biógrafo de Pedro Infante, nos compartió: “Quiero hacer una acotación con respecto a la fecha de las fotografías que le fueron tomadas a Pedro Infante en los estudios “Peerless” por Don Tomás Montero Torres: la fecha exacta de las fotos son, sin grado de error, el día lunes 24 de marzo de 1947, porque en las bitácoras de la compañía dice: “Tomaron fotos hoy en el estudio”, el Ing. de grabación fue Ed. L. Baptista que después fundó Musart. En esa sesión se grabó “Mi Cariñito”, “Maldita sea mi Suerte”, “Mi Consentida”, “Me Voy por Ahí”, “Ojitos Morenos”, “El Aventurero”, “Que Gusto Da” y “La Motivosa”. Al terminar la sesión Pedro Infante se despide de Don Tomás en los estudios y se sube a su Lincoln convertible, la hora de su reloj marcaban las 4:12 pm aproximadamente”.

 

Otro comentario que nos dio alegró fue de parte de Laura Montero Lule: “Me dio mucho gusto reencontrar esta foto de mi familia… Soy la señorita del lado derecho… No recuerdo fecha ni ocasión. TOMÁS MONTERO FUÉ MI TÍO. GRACIAS POR ESTA FOTO…”.

 

Gral Lazaro Cardenas

Dos iconos de México

Veo esta imagen captada por Tomás Montero Torres y no puedo dejar de pensar que estamos en el siglo XXI, viviendo un México muy distinto al de la última mitad del siglo XX. Las figuras que nos identificaban y marcaban rumbo se van diluyendo -si es que no han desaparecido del todo-, para dar paso a nuevos modos de ver la Vida, donde la velocidad de las nuevas tecnologías enfatiza lo efímero de muchos acontecimientos. ¿Qué se guarda en la memoria? ¿Qué conservamos para conmover a las generaciones por venir?

Uno de los lemas de Tata Lázaro, como se le decía cariñosamente al General en su estado natal, Michoacán, fue “México para los mexicanos”, que le sirvió de bandera para nacionalizar no sólo el petróleo sino los ferrocarriles, y de algún modo la enseñanza, que volvió pública, laica, gratuita y obligatoria. Una hazaña que fue posible, en parte, gracias a que nuestro vecino del norte estaba sumido en una guerra que le consumía sus energías, pero también porque, tras la Revolución, hoy centenaria, había un deseo genuino, profundo y de largo alcance por construir y definir a México, nuestro México. Un tiempo de nacionalismo que puede tener sus aristas, pero cuya pasión siento que hoy necesitamos. ¡Volver a enamorarnos de la Patria! Que sí, a veces parece que se cae a pedazos, pero que sigue teniendo una riqueza cultural y humana tan honda, que es cimiento idóneo de lo que aún debemos edificar.

Mexicana de Aviación, por ejemplo, ha sido a lo largo de la vida de muchos de nosotros la línea aérea de México, el emblema que nos ha distinguido en el cielo de muchas naciones. Considerada la más antigua de nuestro país, inicialmente fue fundada por tres estadounidenses – Lloyd A. Winship, Harry J. Lawson y Elmer C. Hammond – en julio de 1921, bajo el nombre de Compañía Mexicana de Transportación Aérea. En su historia se afirma que parte de sus acciones pertenecieron a Pan American Airways, otra aerolínea legendaria (que, por cierto, desapareció definitivamente en 1991), en cuyo periodo el mítico Charles A. Lindbergh comandó algunos de sus vuelos. Fue en 1968, curiosamente después de una bancarrota, que empresarios mexicanos comandados por Crescencio Ballesteros la rescataron y llegó a operar con éxito con capitales 100% nacionales. Este grupo la mantuvo hasta 1982, y de entonces a la fecha ha registrado un sube y baja en su economía, que vuelve a ponerla en la disyuntiva de reorganizarse y reiniciar como una compañía pequeña… o desaparecer. En los próximos días conoceremos las consecuencias de su más reciente resquebrajo financiero…

En un instante, dos iconos de México coincidieron y la lente de Montero Torres los eternizó… Por varios lustros ambos ondearon con distinción en el imaginario colectivo de nuestra identidad. Siento que hace tiempo que la figura de Lázaro Cárdenas del Río ya no preside con igual presteza nuestra escena política, y es un hecho que La Mexicana no tiene planes claros para emprender su vuelo… Hoy podríamos modificar el lema del General Cárdenas, y preguntarnos: ¿dónde están los mexicanos para apuntalar a México?