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Category : Actores

Hugo Lara

Robinson Crusoe viaja a Colima

Las magníficas fotografías de Tomás Montero Torres dan cuenta del momento en que el cineasta Luis Buñuel, junto a sus colaboradores y staff, aborda el avión de la extinta compañía Aerovías Reforma hacia Manzanillo, para el rodaje de Robinson Crusoe en 1952. Fue la primera película a color que realizó el aragonés mediante la tecnología Pathecolor,  basada en la célebre novela de Daniel Defoe publicada en 1719 sobre un náufrago inglés que sobrevive largo tiempo en una isla desierta.

En una de las imágenes aparece el mismo director en la escalerilla del avión junto a una azafata y al actor Jaime Fernández, quien encarnó al personaje de Viernes, el salvaje nativo que se vuelve sirviente y compañero de Crusoe.  En otra de las fotografías, la misma azafata da la bienvenida al actor irlandés Dan O’Herlihy, quien llevó el papel protagonista, y al fotógrafo Alex Phillips.

 

Después del triunfo internacional que Luis Buñuel consiguió con Los olvidados (1950), la película que lo regresó al mapa del cine mundial, pudo filmar en México con constancia y mayor libertad. Además, en 1952 recibió la oportunidad de filmar Robinson Crusoe, su primera película en lengua inglesa de las dos que haría, pues la otra fue The Young One (1960)

 

Fue una coproducción de México y Estados Unidos que se filmó en las costas de Colima, cerca de Manzanillo, además de los Estudios Tepeyac y el Bosque de Chapultepec. El proyecto tuvo un largo rodaje de tres meses —del 14 de julio al 16 de octubre— algo muy poco habitual para el estándar de la época y menos para el estándar mexicano, pues el mismo Buñuel aseguró en su libro de memorias Mi último suspiro, que normalmente sus películas mexicanas no superaban los 24 días de filmación:

“El productor Georges Pepper y el famoso guionista Hugo Butler, que hablaba de corrido el español, me propusieron la idea de Robinsón Crusoe. Poco entusiasmado al principio, empecé a interesarme en la historia durante el transcurso del rodaje, introduje algunos elementos de vida sexual (sueño y realidad) y la escena del delirio en que Robinsón vuelve a ver a su padre.

“Durante el rodaje, que se desarrolló en la costa mexicana del Pacífico, no lejos de Manzanillo, yo me hallaba prácticamente a las órdenes del operador jefe, Alex Philips, un americano que vivía en México, especialista en primeros planos. Se trataba de una especie de película-cobaya: por primera vez en América, se rodaba en Eastmancolor. Philips esperaba mucho tiempo antes de decirme que se podía rodar (y de ahí la duración de la realización, tres meses, caso único para mí) y las tomas salían para Los Ángeles todos los días.

“Robinsón Crusoe tuvo mucho éxito en casi todas partes. La película, cuyo coste no llegó a trescientos mil dólares, fue pasada varias veces en la Televisión americana. En medio de algunos recuerdos desagradables del rodaje — obligación de matar a un pequeño jabalí—, recuerdo la hazaña del nadador mexicano que franqueó las altas olas al principio de la película doblando a Robinsón. Durante tres días al año en el mes de julio se alzan olas enormes en este lugar de la costa. Fue un habitante de un pequeño puerto, adiestrado en este ejercicio, quien las franqueó magníficamente.”

Según consignan Tomás Pérez Turrent y ‎José de la Colina en su libro Buñuel por Buñuel, la filmación sólo en Colima duró un mes y medio, en buena medida porque el fotógrafo canadiense (no era americano, como lo describió Buñuel) que estaba radicado en México desde la década de los 30, era muy perfeccionista con la luz y las locaciones y había días en los que sólo filmaban un solo plano:

“Por ejemplo: yo elegía el sitio donde filmar; Alex medía las luces y me decía que allí las sombras no convenían para una película en color. Yo le respondía que eligiera él un lugar parecido, pero sin esos problemas. Alex se iba a explorar y yo me sentaba a beber un par de cervezas. Muy avanzado el día, llegaba Alex. Había encontrado un buen sitio, aunque un poco lejos. íbamos a verlo y estas idas y venidas demoraban la filmación. … A veces caminábamos una hora por la selva, detrás de Alex, para lograr un solo plano muy corto. Otras, cuando llegábamos al sitio elegido por Alex, él de pronto ponía cara de disgusto: el sitio ya no se veía como antes, porque en una hora había cambiado la luz […] Tardábamos horas para filmar un plano brevísimo en que Robinson disparaba a una ardilla o se rascaba una oreja.

La adaptación de la novela estuvo a cargo del propio Buñuel, Luis Alcoriza y el ya mencionado Hugo Butler bajo el pseudónimo de Philip Ansel Roll, toda vez que era uno de los guionistas perseguidos por el macarthismo y se había establecido en México, como lo hicieron Dalton Trumbo y otros.

Según consigna Emilio García Riera en su Historia Documental del Cine Mexicano, la película fue muy exitosa en varios países del mundo e incluso fue presentada en los festivales de Venecia y Punta del este, donde fue premiada con una mención.

El paso de Buñuel por Colima que se muestra en las fotos de Tomás Montero Torres es un buen pretexto para recordar la versión fílmica que hizo el genial director de Robinson Crusoe, una de sus obras menos mencionadas en la actualidad, pero que posee varios elementos que la vuelven interesante y divertida.

(*) Hugo Lara es crítico de cine e investigador, es fundador director del portal especializado en cine correcamara.com.mx y también es director de películas como Cuando los hijos regresan (2017). Para el Archivo Tomás Montero Torres es un verdadero honor y un gran privilegio contar con su colaboración.

Agustin Lara

Por el sabor que tienen sus canciones

El problema con Agustín Lara es que todo sucede en primera persona, Agustín siempre habla de Lara. Además, todo puede ser una fantasía, realidad mancillada por el hambre de grandilocuencia.

ALCabina

La ventaja con Agustín Lara es que todo es verídico, sin importar el origen.

Al final, se puede decir cualquier cosa. Por ejemplo, que yo tenía ocho años cuando escuché los versos que definieron mi vida.

 

ALactores

Era de noche, el Tren Jarocho estaba a punto de salir de la estación de Veracruz con destino al Distrito Federal. La gente subía, bajaba, conversaba, gritaba, caminaba por el andén.

Yo, pasajero contra mi voluntad, sabía que detrás de las rejas, los arcos, las bancas y las enormes puertas de madera estaban los muelles, la playa, el zócalo, los portales, la pinera, el mercado de pescadería, la iglesia del Sagrado Corazón, el refresco Okey… pero no tenía palabras para describir la tristeza.

Agustin Lara y Músicos
Agustin Lara y Músicos

 

Entonces, mientras el tren iniciaba sus movimientos, escuché Veracruz, vibra en mi ser,/ algún día hasta tus playas lejanas/ tendré que volver… Eso cambió todo. Veracruz vibraba en mi ser. Y yo quería volver, algún día. Y las playas estaban lejanas. Y alguien había dicho eso para que yo lo escuchara en la voz de un hombre que tocaba la guitarra sentado sobre un costal lleno de mangos, entre una mujer que revisaba su canasta de enchiladas y dos tipos que daban inicio al interminable juego de baraja.

Agustin Lara
Agustin Lara

Las palabras me habitaron. Me convertí en otro, en alguien capaz de nombrar el mundo, de bautizar sentimientos y tirar el ancla en el mar de su identidad. Fui, por primera vez, durante esos minutos, Agustín Lara.

Agustin Lara
Agustin Lara

Esto pasa cada vez que el flaco de oro canta. Uno tensa la cicatriz al decir tu párvula boca/ que siendo tan niña/ me enseñó a pecar, y se siente viajero incansable mientras asegura y si acaso te hiere el dolor, ha de ser de no verme/ porque al fin tus ojos, me los llevo yo, y entiende de farolitos y de cómo se enjuagan las estrellas en Acapulco y de que todo nuevo querer es el amor de sus amores y del hechizo que fascina en su mirar y de que la vida para nada me sirve sin ti… porque uno es Agustín Lara poniéndole nombre a lo que parecía indescriptible.

Agustín Lara
Agustín Lara

Gracias a eso, más allá de los romances, las ciudades, las películas, las actas de nacimiento, los personajes y la desmesurada fantasía en la que se regodeó, Lara nos regaló la fe en el lenguaje, en nuestro lenguaje, porque cantamos sin poner en duda lo expresado, convencidos de que mi rival/ es mi propio corazón,/ por traicionero,/ yo no sé/ cómo puedo aborrecerte/ si tanto te quiero.

Al final, la memoria de Agustín Lara siempre habla de nosotros.

Agustin Lara XEW
Agustin Lara XEW

(*) Es un honor contar con la colaboración de Efrén Calleja Macedo, como un buen pretexto para compartir parte de las fotografías que Tomás Montero Torres captó del flaco de oro en diversas ocasiones. Efrén es gestor de contenidos y editor de libros de poesía y de la revista La Otra L.

¿Dónde quedaron los años de baile y canto?

 

En el “Correo de Espectáculos” del 14 de enero de 1919 se reseñaba el éxito de la Zarzuela “La Gallina Ciega”, protagonizada en el Teatro Principal de la Ciudad de México por la soprano María G. Gallardo, el tenor Mario Talavera, el barítono Felipe Liera, el bajo Luis G. Saldaña y Enriqueta Monjardín, todos ellos españoles. Era el auge de este género surgido en la Península Ibérica, donde a lo largo de la representación teatral se combinaban partes vocales con diálogos hablados.

 

Enriqueta Monjardín era una sevillana que inició su carrera en 1882 como tiple cómica; después se integró a una compañía dramática en calidad de dama joven, con la que llegaría a La Habana en 1889, para poco después embarcarse a México. María Tue era otra actriz proveniente de España, que hacía gala de sus talentos en las también llamadas Operetas, y que adquirieron su nombre más popular al presentarse por vez primera en El Palacio de la Zarzuela, en Madrid. Se sabe que a ambas las había recibido muy bien el público mexicano y se les consentía con flores y aplausos.

Pero para los años cuarenta la capital de México se convirtió en una afrenta para ellas. Lejos habían quedado las mieles de la juventud, así como los talentos histriónicos de sus años mozos. La soledad, la pobreza, la desesperanza, la fragilidad de sus cuerpos, habían obligado a María a pedir limosna fuera de los teatros en los que alguna vez actúo; mientras Enriqueta vendía pepitas a los feligreses tras escuchar misa. La vejez las había esperado sin más nada que sus propias manos para sostenerse…

Su última etapa de vida pudo ser como la de tantos adultos mayores, cuando contrastan la vida productiva, plena y entregada que lograron en sus mejores años, con la marginalidad a que los induce el olvido, el desgaste físico, la carencia de alternativas de calidad para seguir viviendo… Sin embargo, el destino, siempre tan azaroso, logró que una noche de 1941, en las afuera del Teatro Colón, Mario Moreno “Cantinflas” reconociera en aquella anciana mujer que le pedía ayuda, a una de las artistas que tanto contribuyeron al auge de las zarzuelas en México: María Tue, y a quien desinteresadamente -como todo lo que él hacía- comenzó a ayudar de forma inmediata. Poco después reconocería en la vendedora de pepitas a Enriqueta Monjardín, a quien por supuesto también apoyó para, literalmente, rescatarla de la miseria.

Mario Moreno, sensible al infortunio de sus colegas de profesión, vio en ello una oportunidad para emprender acciones que pudieran garantizar para todos los actores, al llegar a la vejez, otro panorama muy distinto al que ellas habían vivido, ante la falta de un sistema de seguridad social que las incluyera.

Desde el instante en que concibió la idea, emprendió esfuerzos para adquirir un predio y construir un sitio idóneo para la última etapa de vida de los miembros del gremio actoral, a partir de donativos en dinero o en especie. A esta noble labor se sumarían, entre otros, Jorge Mondragón, Jorge Negrete, Consuelo Guerrero y María Teresa Montoya.

Les tomaría tres años concretar la idea e inaugurar, con las dos primeras huéspedes que la motivaron, María y Enriqueta, la Casa del Actor en Tiziano 34, en el barrio de Mixcoac. Enfermeras, comedor, habitaciones cómodas y pulcras listas para acoger a actores y actrices por igual, contribuirían a la vez en reflexiones -cada vez más necesarias e importantes- sobre esa Tercera Edad a la que todos, de una u otra manera, nos encaminamos.

Hoy, 69 años después de que empezara a funcionar este asilo modelo para actores, la esperanza de vida de los mexicanos es, de acuerdo con el INEGI, de 78 años para las mujeres y de 73 para los hombres. Una vida longeva a la que debiéramos aspirar en condiciones óptimas de salud, lúcidos, valorados, en compañía de seres queridos…

Aunque se estima que en el 2040 uno de cada 4 mexicanos pertenecerá a la Tercera Edad, no sé si estemos lo suficientemente conscientes de lo que significa. En principio, que un número importante de nosotros formará parte de ese rango de edades (arriba de 60, ejem…), sino es que ya está en él. ¿Estamos haciendo lo suficiente para tener una vejez armoniosa? ¿Leemos para que el cerebro esté activo…? ¿Nos ejercitamos? ¿Cuidamos nuestra alimentación? ¿Cultivamos la amistad, procuramos las que ya existen? ¿Demostramos nuestro amor a aquellos que nos importan? ¿Celebramos la Vida…?

 

Veo a este primer grupo de actrices residentes en la Casa del Actor, retratadas por Tomás Montero Torres, y siento que aunque ya están a salvo del mundo exterior -de las carencias y la zozobra del día a día- hay un universo interno en cada una que las atrapa y vuelve melancólico su mirar. ¿Qué se guardan…? ¿Qué tan sinuoso fue su camino para llegar ahí, a ese instante de tiempo? ¿Qué les duele más allá de sus pies hinchados y la dificultad al caminar…?

La casa del actor

Cada persona es una historia y tendríamos que desentrañar varias para entender lo que guardaban y sentían sus corazones. A lo mejor al cerrar los ojos para adentrarse en el sueño y revivir, así, los años donde el baile y el canto eran la razón de ser y estar, una sonrisa luminosa les habitaba sus rostros…