Tengo muy presente el día que, llena de curiosidad, me puse a revisar por vez primera y al azar una parte del archivo del abuelo que estaba ordenada alfabéticamente. Me impresionaba saber, después de cuarenta años de su muerte, el universo en el que él se movía, y lo que más me conmovía en ese momento -por mi propio quehacer profesional- era tener en mis manos sobres con los nombres de personajes clave de la cultura del México postrevolucionario, una época que me cautivaba por la creatividad y apasionamientos que habían caracterizado a muchos de ellos. En parte fue una experiencia frustrante, ya que se trataba de negativos (alrededor de 18 mil de un total de más de 86 mil, como ahora ya sabemos) y yo no tenía las habilidades para “leerlos”. ¡Ahora tampoco, aclaro! Aún así y con extremo cuidado -y guantes por recomendación de una amiga- cada tanto sacaba algunos tratando de descifrarlos. Calculo que mi emoción era parecida a la de quien tiene en sus manos un diamante en bruto e imagina la especial brillantez que esconde dentro. Aunque su faceta y valor como fotoperiodista se nos ha ido revelando en los últimos tres años, sí tenía muy claro que mi abuelo Tomás Montero era un artista. Sabía de siempre que había estudiado pintura en la Academia de San Carlos y su vocación por esta disciplina del arte lo acompañó toda su vida. En casa de mi abuela, en la de mis tíos, en mi casa paterna, en la mía propia, ahora, hay obras hermosas hechas por él: vírgenes, cristos, paisajes, miniaturas… Con ese sentido de la estética -pensaba- sus imágenes fotográficas debían trascender el mero registro testimonial. Recuerdo mucho de esos días de avidez saciada a medias, como por ejemplo, un sobre que con su letra firme y clara, dice “David Alfaro Siqueiros, pintor comunista”. Seguro que hasta sonreí al leerlo. Claro que sabía que Siqueiros había sido comunista, pero desde la lectura de este siglo XXI la aclaración me parecía contener un mensaje cifrado, y más que aportarme sobre el pintor me otorgaba un cariz acerca del abuelo. Sí, esa frase corta contrastaba bien con sus pinturas religiosas y su estirpe michoacana.
Gracias al trabajo hecho en equipo con mi hermana Claudia y mis primas Silvia y Julieta, y a personas profesionales que nos han asesorado o que se nos han sumado en el camino, hoy es posible que cualquier persona interesada pueda ver y/o consultar en una base de datos 20 mil fotografías hechas por Montero Torres. Las temáticas son muy, muy variadas. Cada vez me sorprende más ese abuelo mío, con quien converso cada tanto y a quien admiro y quiero profundamente. De las fotografías que le hizo a Siqueiros son varias las que me gustan, pero hoy quise compartir con ustedes dos que hacen honor a su faceta “comunista” más que a la de pintor: dando un discurso con sus gestos sumamente expresivos, y sus manos lo mismo en puños que en abierta exclamación, su cabello incendiario. Fiel a sí mismo, y a la fuerza contundente que nos legó en cada una de sus obras pictóricas. Un sencillo aporte para recordarlo, ya que ayer se conmemoraron 38 años de su muerte: dos negativos preservados en el tiempo, indicando con puño y letra del fotógrafo su clara identidad.